Zelaya no logra aterrizar en Honduras

Marcela Valente

INTERNACIONAL

El mandatario ordenó al Ejército que abriera el aeropuerto, como comandante en jefe de las Fuerzas Armadas

06 jul 2009 . Actualizado a las 02:00 h.

Contra todas las recomendaciones y pese a las amenazas de los golpistas de prohibirle aterrizar, el presidente depuesto de Honduras, Manuel Zelaya, intentaba volar anoche rumbo a su país junto al presidente de la Asamblea General de la ONU, el sacerdote nicaragüense Miguel D'Escoto, justo una semana después del golpe de Estado militar contra su Gobierno. «Que nadie use una sola arma», exhortó Zelaya a sus seguidores antes de partir.

Entretanto, en otro vuelo, el secretario general de la OEA, José Miguel Insulza, viajó desde Washington a El Salvador junto a la presidenta argentina, Cristina Fernández, a su colega paraguayo, al ex obispo Fernando Lugo, y a su par ecuatoriano, Rafael Correa, a esperar allí el desenlace de este nuevo capítulo de la crisis hondureña. Los mandatarios iban a acompañar a Zelaya, pero finalmente desistieron de la aventura.

El primer intento de Zelaya fue fallido. El director de Aeronáutica Civil de Honduras, Alfredo San Martín, aseguró que el avión que transportaba al depuesto presidente fue desviado finalmente a El Salvador porque no obtuvo la autorización para aterrizar en territorio hondureño. Minutos antes del aterrizaje, San Martín indicó a la prensa que ante la negativa de las autoridades la aeronave «fue desviada a El Salvador».

El canciller designado por Micheletti, Enrique Ortez, advirtió que estaba «expresamente prohibido» que la aeronave que conducía a Zelaya aterrizase en Honduras. «He ordenado que no se le deje entrar, venga quien venga en la aeronave, para no cometer la imprudencia de que vaya a morir un presidente o un ex presidente o una persona, simplemente por el capricho de una organización», desafió aludiendo a la OEA.

Prudencia

Ortez anunció que su Gobierno no permitiría el aterrizaje del avión de Zelaya, además, por «prudencia, porque no podemos correr el riesgo de que empiece a correr sangre» si las autoridades intentan detener al depuesto gobernante, sobre quien pesa una orden de captura. Además, según Ortez, no fueron aportados los datos de identificación del avión y su plan de vuelo, indispensables para autorizar su aterrizaje.

Cancelaciones

Tras el anuncio del regreso de Zelaya, el Gobierno de facto de Roberto Micheletti prohibió durante tres días el ingreso en el país de aviones de otros Estados o vuelos comerciales que no tengan programadas llegadas a los aeropuertos internacionales, aunque diversas aerolíneas ya habían cancelado previamente sus vuelos por razones de seguridad.

Pero Zelaya, persuadido de su derecho a regresar, responsabilizó al «régimen» por eventuales hechos de violencia que puedan ocurrir en su país. «No estamos dispuestos a ceder», remarcó Zelaya en rueda de prensa desde la Embajada de Ecuador en Washington cuando anunció su decisión de volar a su país. Fue al término de una reunión con Insulza, D'Escoto y representantes de diversos países latinoamericanos que lo acompañaron en el anuncio con rostros adustos, de preocupación. «La comunidad internacional está clara en que no se va a retroceder en los avances de la democracia», añadió el gobernante.

Manuel Zelaya ordenó a los militares abrir el aeropuerto de Tegucigalpa, en declaraciones a la cadena Telesur desde el avión en el que pretendía regresar a su país. «El presidente constitucional está viajando en ese avión», dijo Zelaya, que hizo un llamamiento a la reconciliación y al diálogo a todos los hondureños y pidió al Estado Mayor de las Fuerzas Armadas que abrieran el aeropuerto. «En unas dos horas estaremos llegando a Honduras», manifestó Zelaya, que llamó «al diálogo a todos los hondureños [...], que depongan todo acto de violencia». «Todos somos parte de un mismo pueblo, de una misma nación», subrayó, antes de afirmar que su retorno era «pacífico». «Tratemos de mantener la calma», dijo Zelaya, que invitó a los hondureños a «caminar hacia el aeropuerto» y a hablar «con los soldados». Y afirmó que su regreso solo debe ser «alegría», porque es «el retorno del hijo que fue expatriado».