Dictadura y tecnología

Ángela Rodicio

INTERNACIONAL

14 jun 2009 . Actualizado a las 02:00 h.

Un debate similar al provocado por la novela de ciencia ficción de Ray Bradbury, Fahrenheit 451 , se está viviendo en las calles de las principales ciudades de Irán, empezando por su capital, Teherán, en llamas contra la proclamación de la victoria del ultraconservador Ahmadineyad. Las nuevas tecnologías, ¿refuerzan o esclavizan a las masas?

Hasta el viernes parecía lo primero. Gracias a Internet, los SMS, los correos electrónicos y los diálogos en Facebook o Messenger, el reformista Musavi parecía invencible. Sus partidarios, desde el mar Caspio al golfo Pérsico, estaban en contacto y planeaban seguir los recuentos electorales en los colegios, ocupados físicamente por miembros de los poderes fácticos: Ejército, policía, guardianes de la revolución.

Gracias a los mensajes por móvil, creían, podrían compartir el número de votos de Musavi y la proyección de su victoria a nivel estatal.

El gran Fouchet

Hasta que, como ya había adelantado el gran Fouchet de Irán, Rafsanyani, ahora con los reformistas, se llevaba a cabo un golpe de Estado partiendo de la máxima expresión popular, las elecciones.

Desde la misma mañana de los comicios, los iraníes, móvildependientes, veían cómo se les hacía imposible mandar mensajes. El servicio de SMS quedaba totalmente anulado. Por eso Musavi, que vivió apartado de la vida pública 20 años, justo el momento en que se aprobó que el primer ministro iba a carecer de poder real con respecto al guía supremo, se apresuraba a declarar su victoria por mayoría absoluta.

Ahmadineyad ni se dio por aludido. Con todo el aparato del Estado detrás, negaba esa proclamación y daba la vuelta a lo adelantado por Musavi: él era el ganador. Y todo en la primera vuelta.

Así es, mientras se divisan los fuegos, el humo, en una atmósfera aterradora con banda sonora de sirenas de policía y de ambulancias, en esta ciudad de 16 millones de habitantes, acostumbrada a encendidos debates colectivos y a profundas guerras internas, como se vive ahora esta última convulsión masiva, la de la tecnología al servicio de la dictadura, no de la gente.

Tecnología al servicio de la esclavitud. El fin de otro sueño reformista en la teocracia que fundó Jomeini.