El Parlamento checo retrasa por sorpresa el sí al Tratado de Lisboa

Juan Oliver

INTERNACIONAL

10 dic 2008 . Actualizado a las 02:00 h.

Pese a lo que piensen algunos euroescépticos, la Unión Europea no es un circo. Pero si lo fuera, le crecerían los enanos, a los payasos les entraría depresión y a los trapecistas, vértigo. Sobre la UE planea desde hace meses la crisis económica más profunda de su historia, el incipiente distanciamiento entre Alemania y Francia, que siempre han presumido de ser el motor de la construcción europea, y la amenaza de un gravísimo parón institucional por el no irlandés al Tratado de Lisboa. Si esto no fuera suficiente, el Gobierno de la República Checa, que ocupará la Presidencia de la UE a partir del 1 de enero, aplazó ayer la ratificación de ese texto. Y si los checos no tienen claro que siga vivo, parece difícil que puedan convencer a los irlandeses, que ya dijeron no en el referendo de la primavera pasada.

«No estamos preparados para votar. Pero no es una decisión definitiva de que no vamos a ratificarlo», justificó el primer ministro checo, el democristiano Mirek Topolanek. Gobierna en coalición con la derecha y los verdes, con los que acordó, casi por sorpresa, suspender la sesión extraordinaria en la que estaba previsto que se aprobara el texto.

Elecciones

El nuevo pleno se celebrará el 3 de febrero, cuatro meses antes de las elecciones al Parlamento Europeo. Y aunque a estas alturas nadie duda de que Lisboa no entrará en vigor el 1 de enero, el retraso alimenta el argumentario de quienes desean que eso nunca suceda. Como el propio presidente, Vaclav Klaus, un declarado euroescéptico, para quien el texto es tan sospechoso como los científicos que alertan del cambio climático.

Lo cierto es que los checos llevan meses dando alegrías a los partidarios de la deconstrucción europea, que disfrutaron de lo lindo viendo como el Tribunal Constitucional retrasaba su dictamen sobre si el Tratado era o no compatible con la legislación nacional. Los jueces dieron el visto bueno hace apenas unas semanas, aunque el respiro que dieron a los euroentusiastas ha durado más bien poco.

Bajo el aplazamiento decidido por Topolanek se esconde su enfrentamiento con la oposición socialdemócrata, firme partidaria de Lisboa y a la que pretende arrancar un pacto de no agresión durante el semestre de la Presidencia europea.

Mientras, en la otra pista del circo, los irlandeses buscan soluciones a sus propios problemas. La mayoría de fuentes comunitarias consultadas auguran que Dublín ofrecerá celebrar otro referendo que coincida con las elecciones europeas, a cambio de que se le garantice que no perderá a su representante en el Colegio de Comisarios.

El máximo órgano de gobierno de la Comisión tiene veintisiete miembros, uno por país, pero Lisboa prevé rebajarlos a menos de veinte. Y aunque Alemania se opone a la exigencia irlandesa, la decisión está en manos de los jefes de Estado y de Gobierno de la UE, que se reúnen a finales de semana en Bruselas. No será el mayor espectáculo del mundo, pero promete muchas emociones.