Los alimentos básicos han desaparecido prácticamente de los mercados tras el paso de los huracanes, mientras el Gobierno intenta controlar el precio de los productos
05 oct 2008 . Actualizado a las 02:00 h.«Los huevos están perdidos, no hay uno en toda La Habana. Deja ver que invento de comida esta noche», se quejaba preocupada Dionisia Pérez, de 67 años, a la salida del mercado agropecuario estatal de Tulipán. Y no es tema de broma para la mayoría de los cubanos, que durante décadas han tenido en el huevo a un aliado incondicional en la cocina, ante la escasez de otras fuentes de proteína. «Ahora dicen que las gallinas están estresadas por los ciclones y por eso no ponen», dice el mecánico Dagoberto Consuegra.
Lo cierto es que este es uno de los alimentos básicos que han desaparecido prácticamente del mercado cubano tras el devastador azote de los huracanes Ike y Gustav , pero no el único. Cualquiera que recorra los mercados de la capital puede constatar que la oferta es mucho más escasa que apenas un mes atrás.
En aquellos que son controlados por el Estado, como en el mencionado de Tulipán, por ejemplo, apenas pueden encontrarse algunos boniatos y coco rallado. «El Gobierno ha priorizado el suministro a los evacuados y a centros sociales», explica un administrativo.
Precios prohibitivos
En los mercados de libre oferta y demanda, la situación ha ido variando en los últimos días. «La semana pasada había casi de todo, pero con precios prohibitivos» recuerda Ana Julia, recepcionista de una empresa. «Pocos podían pagar veinte pesos por unas cuantas cebollas».
El lunes pasado, sin embargo, las cosas cambiaron. Una regulación publicada en el periódico oficial Granma ponía límites a los precios de dieciséis productos alimenticios, que debían mantenerse al costo que tenían antes del paso de los huracanes.
«Ahora hay menos variedad, algunos vendedores han cerrado sus puestos», dice Mercedes Hernández, mientras compra unas guayabas en uno de los mayores mercados agropecuarios habaneros, el de Cuatro Caminos.
«Es que la cuenta a veces no da. Es verdad que el pueblo se beneficia con precios más bajos, pero los agricultores y los que vendemos también somos parte del pueblo. Ahora tenemos menos que vender y el combustible está más caro», argumenta Jorge, tras una tarima de yuca.
Alexis Álvarez es uno de los inspectores encargados de controlar que se cumplan los precios establecidos por el Gobierno en el mercado de Santiago de las Vegas.
«Estamos tratando de sensibilizar a los vendedores con la situación del país, pero los derechos de los consumidores son nuestra prioridad; ahora hemos puesto también una pesa [báscula] para que la gente pueda comprobar lo que compra», afirma.
Las quejas de los agricultores
Sin embargo, para muchos, estos son males que no llegaron solo con los huracanes.
Con un típico sombrero de guano, Esbel Torres analiza: «Yo soy campesino y durante años me dediqué a la agricultura. No sé si es culpa de los intermediarios, pero estos productos están muy caros».
«Está bien que se trate de controlar el precio, pero sigue siendo muy alto para mí», dice Mirta Ramos, jubilada. «Yo recibo un subsidio de 220 pesos cubanos. ¿Cómo puedo pagar quince por un aguacate?» se pregunta.
En situación parecida se encuentran millones de cubanos que viven de un salario o pensión estatal, que ronda entre los doscientos y quinientos pesos y que no tienen vías de acceso a moneda libremente convertible.
Aunque la libreta (cartilla de racionamiento) garantiza cada mes algunos alimentos a precios muy subsidiados, se calcula que estos son suficientes para poco menos de quince días.