El artículo de Fidel en el que llamaba «hipócrita» a la UE no fue una salida de tono personal. Por lo visto, La Habana estuvo llamando a los corresponsales de medios europeos para asegurarse de que lo habían leído, y la detención, luego, de varios disidentes lo deja aún más claro. La pregunta obvia es ¿por qué le parece mal a Cuba que se le levanten unas sanciones? ¿No debería ser al revés?
Para responderla hay que aclarar que las sanciones no eran tales. Reliquia del aznarismo, no consistían más que en una suspensión de visitas de alto nivel y el boicot de actos culturales. Además, no se aplicaban desde hace tres años. Por eso Moratinos pudo ir a Cuba en abril. La verdadera cuestión no está en esas sanciones simbólicas del 2003 sino la llamada «política común sobre Cuba» de 1996, aprobada en paralelo al Acta Helms-Burton que regula el embargo norteamericano sobre la isla. Alemania pretende retomar aquella política de presión y darle una nueva forma con la finalidad de forzar cambios más rápidos en Cuba. España se opone, y a duras penas ha logrado frenar la iniciativa a principios de mes. Moratinos ha logrado, pues, quitar de en medio las sanciones del 2003, pero no aquel documento de 1996, que podría volver a estar sobre la mesa pronto.
El que España se oponga a cualquier «política común» respecto a Cuba se debe a que su relación es privilegiada y no quiere consensuarla con países que no tienen relaciones ni comerciales ni emocionales con la isla y que por tanto, a juicio de la diplomacia española, podrían echarlo todo a perder. De hecho, la mayor resistencia al levantamiento de sanciones ha venido de uno de estos países: la República Checa, por otra parte el más identificado dentro de la UE con la política de la actual Administración norteamericana.
España se propone «ir por libre» con Cuba, y para eso necesitaba acabar con las sanciones y la «política común», porque esa era una precondición de La Habana para negociar. Pero está claro que los Castro no están satisfechos, y no solo porque Moratinos no haya conseguido sus objetivos más que a medias. El absurdo paralelismo señalado por Fidel en su artículo entre las sanciones y la nueva directiva europea de inmigración es revelador. Aparte de que ambas cosas no tienen nada qué ver, no parece que a Cuba, un país que impide a sus ciudadanos emigrar, le afecte mucho. Pero sí afecta al núcleo bolivariano que encabeza Venezuela. A Cuba le interesa la UE, pero ahora mismo no tanto como Venezuela.