La celebración, mañana, del 40 aniversario del asesinato de Luther King viene en ayuda de Obama

Tatiana López

INTERNACIONAL

03 abr 2008 . Actualizado a las 02:00 h.

Recuerda Barack Obama en su libro Los sueños de mi padre que tuvo que cumplir los seis años antes de que el estado de Virginia considerase legal el matrimonio de sus progenitores. Hijo de una «madre blanca como la leche» y de un padre «negro como el café», según él los describe, padeció en carne propia el hecho de que las relaciones interraciales no encajasen en la ley norteamericana hasta un año antes de que una bala furtiva acabara con el líder de los derechos civiles Martin Luther King.

Asesinado a manos de un ex convicto un 4 de abril de 1968 cuando apenas contaba con 39 años, el luchador de los derechos humanos cumple años mañana en la memoria de los norteamericanos. El 40 aniversario de la tragedia nacional que protagonizó coincide con la ola de esperanza generada por el huracán Obama. De hecho, a este le viene bien.

El rival de Hillary Clinton ha sido considerado el nuevo representante de la «reconciliación nacional», un título que durante décadas había permanecido en manos de King. Las expectativas de que el senador de Illinois se convierta en el presidente que ponga fin a las tensiones raciales se han visto acrecentadas, además, tras su intervención en Filadelfia, cuando un inspirado discurso sobre la división de los estadounidense le valía la aprobación de un 69% de la población. No cabe duda, sin embargo, de que si llegase a la Casa Blanca tendría mucho trabajo que hacer para cumplir los sueños de King.

A pesar de que tan solo uno de cada ocho estadounidenses se declara abiertamente racista al norte de Río Bravo, al menos un 48% de los afroamericanos aseguran haberse sentido discriminados por el color de su piel. Otro dato dramático es que la población negra en las cárceles estadounidenses triplica a su representación en las universidades.

Ni siquiera la memoria de King permanece tranquila cuatro décadas después de su asesinato. Concretamente son pocos los que confían en que el verdadero culpable acabara en la cárcel y muchos los que apuntan a una conspiración para acabar con su vida.