Una crisis que llegó desde no se sabe dónde (encima nos toman por tontos, como si los autores de este desaguisado fuesen invisibles seres denominados «mercados»), al final, como siempre, la pagamos los de siempre.
Lugo es ciudad de servicios, pero carece de infraestructuras industriales que nos alejen del furgón de cola de este ferrocarril del desarrollo económico. Encima, algunas voces castas, que «velan» por nuestros intereses desde sus privilegiadas posiciones caciquiles de opulencia, cuestionan, por ejemplo, la rentabilidad de la llegada del AVE. Y esgrimen que hacen falta solo trenes de cercanías, como si los de larga distancia sobrasen porque Rozas es nuestro aeropuerto puntero en el país.
En Andalucía ya llevan dos décadas desde la llegada de la alta velocidad, y poco a poco se han ido incorporando a este maravilloso invento hasta completar más de dos mil kilómetros de infraestructuras. Dense una vuelta por Toledo, Ciudad Real y demás ciudades pequeñas de paso, y pregunten si les ha cambiado su renta per cápita. Pero aquí no, aquí solo interesa maquillar la cruda realidad.
Y ahora, encima, llega otro tijeretazo a las pensiones y a la edad de jubilación. Pero, eso sí, no he visto a ningún político renunciar a sus privilegios ni empezar la poda por arriba. Claro, son los mercados los culpables, pero nadie se atreve a enfrentarse a esa mafia de allende el Atlántico. Nosotros, convidados de piedra, solo contamos para contribuir con lo que no tenemos. Claro que es solo por nuestro bien. Y comulgamos.