La inmigración nos enriquece

María Campo

LUGO

25 mar 2010 . Actualizado a las 02:00 h.

La inmigración en nuestra ciudad es una realidad. Agua de mayo para un pueblo envejecido y con un bajísimo índice de natalidad. Es un enriquecimiento cultural, humano y laboral. Un regalo envuelto en papel de esperanza. Una garantía de futuro. No obstante, el asentamiento masivo de colectivos inmigrantes en algunos barrios preocupa a asociaciones vecinales. Temen que la falta de previsión y de adecuadas políticas sociales pueda dar lugar a que se produzcan roces o situaciones conflictivas. Con buen criterio piden del Concello información sobre la política social que se va a llevar a cabo.

Es justa y legítima la petición de los vecinos. Diría que es, hasta valiente. En esta sociedad tan políticamente correcta es complicado manifestar algún tipo de queja, o una simple sugerencia, sin que a uno lo tachen de algo que probablemente nada tendrá que ver con la realidad.

Los posibles problemas de convivencia entre grupos de distinta procedencia surgen, en ocasiones, simplemente por el desconocimiento y la desinformación. La mayor parte de las dificultades nacen por un guiado y absurdo empeño de no llamar a las cosas por su nombre, por pretender ir por la vida poniéndole paños calientes a todo. Fardar de buen talante no es necesariamente sinónimo de hacer las cosas bien.

Hemos sido, y somos, un pueblo inmigrante. Sabemos de primera mano lo difícil que es encajar en sociedades ya hechas. Pero que no sea imposible no significa que sea fácil. Cuando se trata de lograr una convivencia pacífica se necesita voluntad, interés y la implicación de todos. Los contratiempos y las complicaciones existen. Los aprietos tienen solución, pero hay que trabajar por encontrarla, poner a cada cual en su sitio y dejarse de chorradas.