El grupo Martínez viste a sacerdotes de África y América a través de su web

LUGO

07 dic 2007 . Actualizado a las 02:00 h.

La venta de artículos religiosos es la línea de negocio menos conocida del grupo Martínez, más famoso por su vinculación al sector textil, en sus diferentes facetas. Sin embargo, esta división aporta aproximadamente el 50% de la facturación del conjunto de los negocios de la familia y es referente en Galicia en cuanto al comercio mayorista de su especialidad. Curiosamente donde menos venden es entre la comunidad religiosa de Lugo.

La línea de artículos religiosos empezó a funcionar en el año 1928 de la mano del abuelo de los actuales propietarios, Francisco Martínez Vegas. Ahora regentan el negocio los hijos del prestigioso empresario lucense ya fallecido, Francisco Martínez Cortiñas, que constituyen la tercera generación.

La familia Martínez, que empezó confeccionando a medida ropas talares para sacerdotes y seminaristas, se hizo a lo largo de los años un nombre en este campo en el que no tienen tanta competencia como en otras líneas de negocio.

Con la innovación

El grupo Martínez, en esta especialidad, que no se caracteriza precisamente por los grandes cambios, ha sabido adaptarse a los nuevos tiempos, empleando las tecnologías al alcance del comercio, es decir, el correo electrónico. Fue de las primeras empresas de Lugo en poner en marcha este sistema en el año 2000, cuando empezaba a generalizarse la fórmula.

El 5% de la facturación de artículos religiosos corresponde a las ventas por Internet. Martínez comercializa entre 800 y 900 referencias diferentes, que abarcan desde ropa talar, hasta cualquier otro objeto que sea preciso en una iglesia, como manteles, cálices e incluso velas, crucifijos, sagrarios y demás. Todas ellas están incluidos en un cuidado catálogo, que acaban de editar y del que distribuyeron por toda España 20.000 ejemplares.

Martínez no sólo fue pionero en el comercio electrónico sino que revolucionó hace unos años las tendencias en artículos religiosos con sus lampadarios electrónicos, que sustituyeron en iglesias y catedrales a las peligrosas velas de cera. El dispositivo, un microprocesador de última generación, fue la solución al riesgo de incendio que suponían las velas tradicionales. Eliminó de las iglesias el olor de la cera y el humo, con un sistema que consumo un 30% menos que una bombilla y con una vida útil prácticamente ilimitada. Los lampadarios siguen teniendo éxito.