Viñas anegadas en Castro Candaz

CARLOS RUEDA, FRANCISCO ALBO CHANTADA / LA VOZ

LEMOS

Las aguas del Miño cubren de nuevo un espectacular rincón de Chantada

03 dic 2011 . Actualizado a las 06:00 h.

Pocos lugares de interés histórico y arqueológico presentan la espectacularidad del promontorio de Castro Candaz, en la parroquia chantadina de Santa Baia de Pedrafita. El lugar se encuentra en el punto exacto donde el río Enviande desemboca en el Miño, marcando el límite entre los municipios de Chantada y Taboada. El Miño, a su vez, sirve de frontera con el municipio de O Saviñao.

Desde que se construyó el embalse de Belesar, este singular paraje se encuentra sepultado bajo las aguas del Miño de forma prácticamente permanente. Solo en años de fuertes estiajes el cauce baja lo suficiente como para dejar al descubierto el promontorio. Eso es lo que ha sucedido este año, pero no a causa de la sequía, sino de las obras realizadas en la presa por Gas Natural Fenosa, que han mantenido el agua a niveles excepcionalmente bajos durante varios meses.

Finalizadas las obras, el agua está subiendo de nuevo y lleva varias semanas recuperando su nivel habitual. Hasta que alcance su cota máxima -lo que no tardará mucho en suceder- es posible visitar este espectacular rincón. El único acceso posible al antiguo castro se encuentra en su parte oeste. La entrada se hace por un camino que une Castro Candaz con la aldea chantadina de Xillán. Los ríos Miño, Lama y Enviande cierran cualquier otro posible paso.

Antiguas defensas

En otros tiempos, este acceso único debió de estar protegido por tres plataformas construidas a distintos niveles. Hoy apenas se aprecian estas defensas, debido a que el terreno fue muy alterado para la plantación de viñedos.

Recorrer el paraje y caminar por las estrechas callejuelas abiertas entre los antiguos viñedos es una experiencia que no deja a nadie impasible. Llama la atención la ingente cantidad de piedra acumulada para la construcción de los viejos socalcos y bodegas y el esfuerzo realizado para aprovechar al máximo el terreno. Las antiguas terrazas vitícolas muestran una sorprendente solidez y capacidad de resistencia y se mantienen íntegras en gran parte a pesar de estar casi siempre sumergidas desde principios de los años 60.