Mitología gallega en Expolemos

F. Albo / X.R. Penoucos francisco.albo@lavoz.es

VIGO CIUDAD

06 oct 2010 . Actualizado a las 02:00 h.

El centro comarcal Expolemos acoge una exposición artística particularmente original, formada por esculturas del artista Toño Monteiro , natural de la localidad ourensana de Lobios. Sus obras son una evocación en clave contemporánea de los antiguos pueblos de Galicia, cuyo recuerdo se reduce en muchos casos a los oscuros nombres que transmitieron los geógrafos griegos y romanos: oestrimnios, aidones, cibarcos, guigurros, seurros, tiburos, lemavos... Monteiro rememora estas casi olvidadas tribus de la antigüedad y sus divinidades mediante figuras talladas en materiales variados -granito, cuarcita, pizarra, gres, piedra volcánica, acero corten-, «poñendolle un pouquiño de imaxinación para pode transportalas ao mundo moderno», según explica él mismo. La exposición, bajo el título de Terras de Oestrimnia , podrá verse hasta finales de mes.

En el mismo local, es decir, el centro Expolemos, se celebró ayer una reunión de la asociación de empresas turísticas Lugosur, presidida por Carmen Martínez . El encuentro tuvo por objetivo programar actividades de promoción turística de cara al otoño y estudiar fórmulas para aprovechar al máximo iniciativas como la Ruta do Viño da Ribeira Sacra. Martínez señaló además que los hospedajes de la zona registraron en septiembre unos niveles de ocupación normales para esta época del año, superando el bajón sufrido en agosto.

Hay que esperar que el descenso veraniego de la afluencia turística se quede solo en un susto pasajero. Como el que sufrió ayer una perra en la localidad de Vigo de Sarria. Hacia la una de la tarde de ayer, el vecino Javier Vázquez se sorprendió al oír salir los gemidos y ladridos del animal de una alcantarilla situada delante de su casa, firmemente tapada con una rejilla por la que este, evidentemente, no podría haber entrado. Al poco rato consiguió liberar a la asustada perra con la ayuda de un amigo y una caja de herramientas. Tras examinar la instalación, los vecinos dedujeron que la perra entró en la alcantarilla por la boca de una tubería situada a unos trescientos metros y que no pudo dar la vuelta en el estrecho conducto.