El 11-S transformó a un presidente que declaró una cruzada contra el terror alentado por los neocón

La Voz

INTERNACIONAL

12 ene 2009 . Actualizado a las 02:00 h.

Los atentados del 11 de septiembre del 2001 transformaron completamente a George W. Bush y han marcado su presidencia. Hasta entonces, en sus primeros meses de mandato, había mostrado muy poco interés por la política internacional, que como dejó claro con algunos de sus célebres bushismos o meteduras de pata, desconocía profundamente.

El nuevo Bush declaró una cruzada contra el terrorismo en la que reiteró que se estaba «con nosotros o contra nosotros», asumiendo el papel de comandante en jefe de una «nación en guerra». Se convirtió en un «presidente del bien y del mal», en palabras de Peter Singer, que se creía imbuido de una misión divina. Su primer paso fue atacar el Afganistán de los talibanes, que daba cobijo a Bin Laden, en una acción ampliamente respaldada por la comunidad internacional. Pero los neoconservadores instalados en su Administración tenían unos planes más ambiciosos: atacar Irak y rediseñar el mapa de Oriente Medio de acuerdo con los intereses norteamericanos.

El falso casus belli

Los hombres de Bush fabricaron el falso casus belli -Sadam Huseín poseía armas de destrucción masiva y había colaborado con Al Qaida en el 11-S- y EE.?UU. pasó a la acción, a pesar de no contar con el visto bueno del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas.

Bush dilapidó pronto el amplísimo apoyo mundial de que gozó tras el 11-S, que expresó Le Monde con su titular «Todos somos norteamericanos». Como resume Brzezinski en Tres presidentes (Paidós), la guerra de Irak ha ocasionado un «daño desastroso» al prestigio de EE.?UU. en el mundo y ha sido un «desastre geopolítico», que ha hecho crecer el antiamericanismo en Oriente Medio, ha reformado a los islamistas radicales y beneficiado a Irán.