Lecciones de superación de Sandra

Jorge Casanova
JORGE CASANOVA REDACCIÓN / LA VOZ

GALICIA

Una joven de Betanzos con parálisis cerebral, a punto de recibir su segundo título universitario

24 dic 2011 . Actualizado a las 06:00 h.

«Mi rehabilitación duró desde el primer mes hasta aproximadamente los doce años». A Sandra, una risueña joven de 25 años, le ha costado bastante expresar esta frase. Tiene dificultades para hablar como consecuencia de una parálisis cerebral. Pero eso no le parece una razón suficiente como para despreciar palabras como rehabilitación o aproximadamente. Siempre se expresa así, con la cultura y el dominio que se espera de una estudiante universitaria a pocos meses de licenciarse. Aunque sea más difícil de pronunciar, más costoso de entender. Sandra no renuncia nunca al lenguaje. En realidad, no renuncia a nada.

Cuando era una niña que iba al colegio en silla de ruedas, ya no entendía por qué no podía jugar a la pilla o al brilé. Sabía perfectamente que sus piernas no podían todavía correr, ni siquiera andar. Pero eso tampoco servía para desanimarla. Y por eso le pedía al profesor, a Francisco, que la subiera sobre sus hombros y así poder correr con sus piernas por el patio.

Resulta emocionante escuchar de Sandra el relato de su peripecia atravesada por voluntades de hierro. La de su madre, día tras día con la niña a rehabilitación desde Betanzos; en autobús y con la comida en un táper, para que Sandra llegara al colegio. A los siete años, Sandra abandonó la silla. Un logro formidable. «Yo siempre me he querido superar. Subir cada vez un peldaño más. Veía que había cosas que parecían imposibles de conseguir. Pero las conseguía».

«Miedo a lo desconocido»

«Estás muy nerviosa, Sandra, tienes que tranquilizarte», le dice su madre, Sinda. Estamos en el comedor del domicilio de Betanzos, donde hay fotos de muchos de los que ayudaron a Sandra a ser quien es. El profesor que la subía a caballito y que adaptó su carrera profesional para seguir a Sandra; Tita, la terapeuta que peleó durante años para que Sinda soltara cuerda y dejara a la niña probar por sí sola. En realidad, es ella quien está nerviosa.

Ahora Sinda se tapa la cara al recordar cuánto batalló Sandra para ir a la universidad: «Ella había aprobado el selectivo y quería ir ya. Pero yo pensaba: ¿y si se cae? Si le pasa algo, aquí en Betanzos podíamos llegar antes... Yo tenía miedo a lo desconocido...». Lo dice sabiendo el peso de lo que dice ante la mirada de Sandra. Impagable mirada, porque siempre está detrás de una sonrisa. Así que Sandrita se quedó en Betanzos a cursar un ciclo de Administración de Empresas: «La verdad es que no me gustaba demasiado, pero era lo único que había que no fuera del tipo automoción o algo más de chicos. Yo pensaba: haré el ciclo, pero luego me marcharé a la universidad». Dos cursos más tarde y con el ciclo acabado con buenas notas, Sandra se volvió a plantar de nuevo delante de sus padres y les presentó la cruda verdad: «En Betanzos ya no me queda nada más que estudiar».

Cumpliendo un sueño.

«Ya lo creo que me acuerdo del primer día de clase en la universidad. Y le digo que yo estaba más nerviosa que ella», dice Sinda. Sandra acabó pidiéndole que la dejara sola. La que ahora ya es estudiante veterana y delegada de su clase se pone un poco solemne evocando aquel momento: «Recuerdo que el profesor nos dijo algo que no podré olvidar. Nos dijo que era el primer día del resto de nuestras vidas. Y para mí fue verdad, porque a mí me cambió la vida». Y luego te clava la mirada y la sonrisa.

Sandra tiene su cueva. Su habitación donde los libros de texto golean a la narrativa; sus películas y sus fotos con sus amigos. Tiene también un pequeño altar dedicado a Bisbal, con sitio de honor para una foto con el almeriense. Bustamante también dispone de su espacio. Es la habitación que uno se espera para una joven de su edad. Solo llama la atención un ratón adaptado frente al ordenador, que le permite darle duro a las redes sociales y, claro está, al trabajo que le requieren sus estudios.

Entre esas cuatro paredes se han forjado buena parte de los sueños que han acabado por cristalizar en su increíble historia que, prácticamente, acaba de comenzar. Sandra se licenciará en junio en Psicopedagogía, después de haberse diplomado, dos años antes, en Educación Social. Quiere seguir avanzando. Hacer un máster y el doctorado. El máster le exige un nivel de inglés que no tiene por la dificultad de expresarse oralmente. Pero, visto lo visto, ¿qué insensato apostaría a que no lo consigue?