La morriña salva un pueblo

Fina Ulloa
fina Ulloa OURENSE / LA VOZ

GALICIA

Dos familias de emigrantes retornados mantienen vivo Penalonga.

27 nov 2011 . Actualizado a las 06:00 h.

El silencio impera en la fría mañana otoñal de Penalonga, en la montaña del municipio ourensano de Os Blancos, que el domingo saltó a los titulares de los periódicos tras aparecer el cuerpo de su vecino más veterano, Arsenio Carballo, caído sobre el suelo de la cocina y con quemaduras del brasero que tenía en la estancia.

Dos días después, el cielo, de un gris plomizo, acrecienta la sensación de tristeza, y la cortinilla de lluvia -que en el valle es tibia pero aquí, a 1.100 metros de altura, sabe a nieve- deja entrever el humo de una solitaria chimenea que permite adivinar algo de vida.

Es la casa de Luis Gómez, que acaba de resguardar su rebaño y se dispone a comer temprano para soltar de nuevo a las ovejas un par de horas por la tarde. «Hai que aproveitar a luz. O inverno aquí sempre é triste, pero hoxe estamos todos como o tempo», apunta este prejubilado de la construcción que hace apenas dos años decidió volver a establecerse en la casa de sus antepasados, junto con su hija y su yerno. «Aquí vivín de neno. Daquela había máis de quince casas abertas e ata tiñamos bar e tenda», recuerda Luis.

De Penalonga marchó siendo un mozo para Santurce, antes de que le tocase hacer el petate para la mili. Al regreso decidió que había que hacer de nuevo las maletas para buscar un futuro mejor. Aguantó tres años en Suiza antes de decidir el regreso. Pero no lo hizo para establecerse en el pueblo, sino en la ciudad. Encontró trabajo en la construcción y en la capital vivió las últimas tres décadas. «Pero o traballo acabouse, fun ao paro e despois me prexubilei e decidín voltar», resume.

Aunque muchas de las edificaciones que todavía quedan en pie en el pueblo amenazan ruinas, Luis aclara que el pueblo tiene otra casa habitada. La que ocupan María Jesús Rodríguez y su marido, Sindo Arias.

De vuelta desde Barcelona

Los balidos de su rebaño anuncian su llegada desde el monte. María Jesús y Sindo son también emigrantes retornados. Ellos son del pueblo vecino de Covas, pero cuando regresaron de Barcelona decidieron establecerse en Penalonga. Desde entonces han pasado ya 16 años y, hasta la llegada de la familia de Luis, el finado Arsenio Carballo fue su único vecino. «Para nós é unha pena moi grande porque cando vives así, entre poucos, acabas sendo case máis que se foses familia, e como el era maior, pois andabamos sempre atentos por se lle facía falta axuda», explica María Jesús.

Con la desaparición de Arsenio, los Arias y los Gómez son los únicos hogares que se mantienen encendidos en este pequeño pueblo de la montaña ourensana. Al menos de lunes a viernes, porque algunos fines de semana aún quedan oriundos que regresan desde la ciudad.