Esto no es el Congo

Por Montse Carneiro + fotografías de Marcos Míguez

GALICIA

En plena fiebre por el control de los minerales estratégicos, una sociedad de capital riesgo canadiense ultima la exploración de la que podría ser la primera mina de coltán de Europa: 20 millones de euros y garantías ambientales estrictas

29 may 2011 . Actualizado a las 06:00 h.

«L o que no se puede hacer es taparse los ojos desde la perspectiva soberbia del hombre civilizado y pensar ??a mí me da igual, yo tengo mi teléfono móvil, poco me importa de dónde haya salido el mineral para fabricarlo??. Porque aquí ponemos todo tipo de pegas para que se desarrolle la minería, que es una actividad que no gusta a nadie, pero mantenemos una postura realmente hipócrita. Del móvil nadie quiere prescindir», afirma Alfonso Gracia. Este geólogo económico dirige el proyecto de exploración que la compañía de capital riesgo Solid Mines, cotizada en las bolsas de Toronto y Vancouver, puso en marcha en el límite de las provincias de Ourense y Pontevedra en el 2003 para estudiar la apertura de una mina de estaño, tántalo y litio.

Son minerales estratégicos, porque aportan la materia prima imprescindible para cualquier tecnología avanzada (particularmente las limpias), desde las placas solares a los ordenadores, los coches eléctricos, teléfonos móviles o implantes de cadera, y su eventual desabastecimiento en la industria ocasionaría impactos económicos impredecibles. Tanto que un sector tan poco dado a las alianzas como el automovilístico se ha apresurado a sumar esfuerzos para promover la explotación de minas de litio en Chile y Bolivia con las que hacer frente a la demanda futura. O presente.

Bruselas ya ha dado la voz de alarma. La casi total dependencia de Europa de las importaciones de los países productores y la conmoción que ha provocado en los mercados la decisión de China de bloquear las exportaciones para satisfacer su demanda interna (el gigante asiático y la India están comprando todo lo que pueden a fundiciones del exterior) han obligado a la Comisión Europea a identificar, en junio del 2010, un catálogo de catorce sustancias cuyo abastecimiento no estaría garantizado para la industria del continente.

Una de ellas es el wólfram, testigo inerte de la historia reciente de la minería gallega y también de la futura, a la vista de las iniciativas para reabrir viejas minas (lo están intentando en Santa Comba y A Gudiña) o para investigar nuevos yacimientos (Industria acaba de admitir a trámite media docena de solicitudes en el concurso de derechos mineros de Ourense).

Otras son las tierras raras, un grupo de 17 elementos presentes en la naturaleza en proporciones aún más bajas que el resto de los minerales estratégicos, muy controladas por China (posee el 90% de las reservas mundiales) y estudiadas en Galicia por Ángel Ferrero y otros expertos del Instituto Geológico y Minero de España. En la década de los noventa, Ercross primero y Río Tinto después realizaron trabajos de investigación que no dieron señales de rentabilidad y las explotaciones quedaron aparcadas.

Y otro es el tantalio, o tántalo, un metal escaso, pero presente en las tripas de todos los teléfonos móviles, producido principalmente en dos minas de Australia que concentran el 70% de las existencias mundiales, y en menor medida, alrededor del 15%, en la República Democrática del Congo. En este país de la región de los Grandes Lagos, el negocio del coltán, o la columbo-tantalita, la forma mineral en que suele aparecer el tántalo, asociado con el niobio o columbio, emplea y mata a miles de niños esclavos, alimenta una guerra que se ha cobrado la vida de cinco millones de personas, e implica al resto del mundo, que adquiere el material de contrabando a Ruanda y Burundi para satisfacer sus necesidades de consolas, ordenadores, móviles y demás.

A esta realidad negra se refiere Alfonso Gracia. «De oro hay un mercado mundial, todo el mundo sabe lo que se compra y lo que se vende, y la cotización diaria. De coltán, no. Se hace un contrato entre particulares y aunque puede haber un precio orientativo publicado, tú llegas y si consigues un contrato por menos dinero, adelante. En el Congo se ha montado una guerra entre mafias para sacar de allí el material, pero el problema es que hay un montón de gente que lo compra. Ese es el problema. En Europa no se produce un solo gramo de tantalita, hay dependencia y la gente va y compra. Más barato. Porque los precios han llegado a ser absolutamente disparatados, 140 dólares la libra, que son 400 gramos.Cuando un metal se paga en libras, algo pasa. Hay que quitarse la venda. ¿Seguimos así, cerrando los ojos y que se maten los negritos entre ellos, o desarrollamos aquí una minería escrupulosa, regulada y que genere riqueza?», cuestiona el geólogo.

La Comisión Europea ya ha movido ficha y las bolsas de materias primas se han adelantado. Solid Mines España obtuvo su primer permiso de investigación para sondear el subsuelo gallego hace ocho años. Le costó. Las autorizaciones, que según la Ley de Minas de 1973 no deben demorarse más de ocho meses, tardan años en tramitarse. Las exigencias son estrictas. «Estamos aún en fase de investigación y la Xunta ya nos ha exigido 140.000 euros de garantía ambiental para la restauración de las dos pistas que abrimos, y otros cinco millones de euros de inversión para los próximos tres años. Tenemos que darles cuenta de todo lo que hacemos, estamos trabajando 24 horas al día para llegar al mínimo que nos piden. Y todo esto sin la certeza de que la mina se pueda abrir -advierte Gracia-. Si lo hacemos nos pedirán millones. Así funcionan las leyes en España, en Europa. Y así tienen que funcionar».

El coltán de Forcarei

La probabilidad de que el yacimiento de estaño y tántalo de Forcarei pueda explotarse es a día de hoy elevada, según valoran los técnicos de la prospección. La mina costaría alrededor de 20 millones de euros y generaría 50 empleos directos y 150 indirectos. «Hablamos de empleos altamente cualificados, porque en la minería actual no hay picos y palas, sino robots, pero la riqueza que se genera en la zona es enorme, en las funciones, en la maquinaria. No solo es el anzuelo de los puestos de trabajo, que son pocos. Se atraen inversiones. A mí me gustaría que si aquí se monta una explotación de litio o de tántalo se desarrollen programas de investigación y, a lo mejor, se piense en otras cosas, como en una fábrica de componentes electrónicos, por ejemplo. Ni las minas tienen por qué estar en el Congo, ni las fábricas tienen por qué estar en Alemania».