Emotivo adiós al niño de Noia

Javier Romero Doniz
Javier Romero NOIA/LA VOZ.

NOIA

Familiares y amigos despidieron ayer a César Juanatey, el pequeño al que su madre mató y abandonó en una maleta hace unos dos años en Menorca

16 dic 2010 . Actualizado a las 03:43 h.

Fue el final de una larga pesadilla. Llegó, por fin, tras la lucha de sus abuelos para traer sus restos a Noia, de donde su madre lo arrancó antes de matarlo y meterlo en una maleta en Mahón (Menorca). Ayer fue enterrado en el cementerio de Santa Cristina de Barrio el pequeño César Juanatey después de su muerte, hace más de dos años.

En el templo estaba la misma gente que conocía al niño y que se quedó horrorizada al conocer cuál fue su cruel destino en manos de su madre. Acompañaban de esa forma a los abuelos y al joven que asumió la paternidad del niño. El mismo al que César llamaba papá y que ayer veló sus restos hasta el final.

A los pies de esta iglesia noiesa fue conducido el cadáver del pequeño desde Madrid, adonde había llegado por la mañana. Llegó a la misma plaza de O Tapal, donde jugaba y donde ahora lo esperaban los suyos. La misma en la que más de 600 vecinos y amigos lo aguardaban conteniendo las lágrimas.

Pasaron varios minutos hasta que sus restos se trasladaron frente al altar. Fueron momentos dominados por el silencio y por el intenso dolor que vivieron familiares y amigos. Ni los llantos del momento conseguían expresar más que ese mutismo. Era el silencio de la incredulidad todavía vigente por las dramáticas circunstancias en las que perdió la vida el pequeño en Menorca.

En la ceremonia religiosa, los abuelos y el padre del pequeño compartieron banco, olvidando enfrentamientos anteriores, atizados por la ira acumulada durante tanto tiempo, y quizá tratando de dar de esta forma el adiós que el niño merecía después de tanto sufrimiento.

Compañeros y pétalos

Finalizada la ceremonia, fueron los ex compañeros del colegio noiés quienes acompañaron los restos hasta el coche fúnebre. Cubierto de flores blancas, recibió en una explosión de emoción el adiós de los mismos niños con los que compartió horas de clase y de aprendizaje.

El traslado del cadáver hasta el camposanto de Santa Cristina de Barro fue muy rápido. Era el deseo de la familia, que no quería que la inhumación del pequeño en el cementerio se convirtiera en un espectáculo mediático. Por eso se tomó la decisión de no esperar a nadie y de pasar el duro trance cuanto antes.

Aun así, hubo momentos de enorme tensión, y con el paso del féretro, los numerosos vecinos que se dieron cita en el cementerio mostraron una y otra vez su dolor y su desolación.

Una vez alcanzado el sosiego que la familia buscó desde que se conoció el trágico final del niño en la isla de Menorca, tanto los abuelos como el joven que asegura ser su padre rehusaron atender a los numerosos medios de comunicación que los esperaban a la salida del camposanto. No quisieron hablar, solo trataron de zanjar definitivamente esta triste historia que les ha tocado vivir.