«Si no logro pronto un empleo, regresaré en junio a mi país y allí no me quedará otra que volver a la mina»

S. B. REDACCIÓN/LA VOZ.

GALICIA

24 oct 2010 . Actualizado a las 02:00 h.

Luis Campos Cifuentes no es un obrero cualquiera. «Soy oficial de primera de sostenimiento en minería, especialista en excavar túneles y en explosivos», explica este hombre nacido hace 43 años en la ciudad de Talca, a poco más de 260 kilómetros de Santiago de Chile. Por eso mismo una empresa española se lo trajo a Galicia desde el país andino hace ahora siete años. «Me vine con otros 21 compañeros con un contrato de trabajo para hacer el túnel del AVE en Uxes», afirma. «Siempre he trabajado aquí en lo mismo, la última obra fue en Lalín», recuerda el chileno.

Pero la crisis económica obligó a frenar la alta velocidad y, al cerrarse el grifo de la financiación, la empresa recortó personal y puso a Luis de patitas en la calle. Desde enero del 2009 está en paro. A veces le cuesta creer que llegó a cobrar 2.800 euros al mes. Sobre todo porque ahora tiene que sobrevivir con la ayuda de 426. «Yo pensaba en un futuro de trabajo, con calidad de vida, que ahorraría dinero. Creía que iba a tener aquí lo que no tenía en mi país. Pero el sueño se truncó», asegura Luis, que vive con una de sus tres hijas en la casa de su cuñado en Arteixo (A Coruña). Otra está en Chile y la tercera reside con su madre en Ourense. «Estoy buscando un cuarto para alquilar. Un piso con el dinero que tengo es imposible», añade.

De lo suyo, la construcción especializada, no encuentra nada, ni tampoco llamando a otras puertas. «Reciclarme es difícil. O no me cogen por la edad o no me cogen por falta de experiencia. No encuentro nada y estoy desesperado, muy desesperado», cuenta Luis. «Pero intento resistir por si la cosa se arregla. La esperanza es lo último que se pierde, ¿no? Yo soy positivo, hay que serlo. Y si lo bueno no dura, lo malo tampoco», añade con una sonrisa.

Pero a pesar de su optimismo y de que Luis parece tan duro como la roca que está acostumbrado a excavar, es realista y ya prepara un plan B. «Nunca pensé que esto podía pasar. Todos trabajábamos full y nadie vio venir esta crisis. Así que es duro tener que decirte a ti mismo que vuelves a tu país derrotado, pero si sigue así la cosa, no tendré más remedio que retornar a Chile», afirma.

En febrero se acaba el dinero

El subsidio se le acaba en febrero y, sin ayuda ni perspectivas de trabajo, no podrá subsistir mucho tiempo más. «La situación allá no es buena, pero la vida es más barata que aquí. 600.000 pesos chilenos son unos 500 euros y con eso se vive bastante bien en mi país», asegura. «Me he puesto un plazo. Si no logro antes un empleo, regresaré en junio a Chile y allí no me quedará otra que volver a la mina. Es el único sitio donde se puede ganar dinero. No hay opción», afirma Luis. Bajó a la mina por primera vez con 23 años y, afirma, estar bajo tierra lo curtió. Lo hizo resistente. «Hay un dicho en mi país: el minero es duro», señala este chileno que ha devorado la historia de los 33 compatriotas atrapados en la mina San José y su rescate. «Yo soy minero, uno de ellos. Conozco al que salió de número 29, Juan Aguilar. Trabajé con él en la mina andina de Codelco, la principal productora de cobre del mundo», explica. «El minero es duro», repite.