Siete pescadores de caña murieron al caer al mar o las rocas en lo que va de año

H. J. Porto REDACCIÓN/LA VOZ.

GALICIA

Los expertos aconsejan no ir al acantilado sin compañía, llevar un móvil y decir a la familia qué zona se recorrerá

27 sep 2010 . Actualizado a las 02:00 h.

Al menos siete pescadores de caña perecieron al caer al mar o las rocas en lo que va de año en las costas de Galicia, lo que supone que en poco más de ocho meses se ha duplicado la cifra total al cierre del 2009, en el que hubo tres víctimas mortales. Una tendencia preocupante y que confirma que este luctuoso goteo no cesa, pese a que todos los años sucede, y eso debería funcionar como advertencia para que los aficionados tomen medidas de precaución suficientes ante los serios peligros que conlleva esta actividad deportiva. Entre el 1 de enero e inicios de este mes el faro de Laxe, los acantilados focenses de O Carreiro, la playa de Pantín (Valdoviño), el cabo Fisterra, la isla de Ons, las rocas de As Laxas (O Vicedo) y el cabo Silleiro (Oia) truncaron las vidas de sendos pescadores.

A juicio de Pedro Romarís, presidente de la Federación Galega de Pesca, en este triste fenómeno confluyen varios factores decisivos: la falta de las más mínimas cautelas por parte de los deportistas, la abundancia de furtivos y la desidia política. Lo que más incomoda a Romarís es el tercer aspecto, ya que estima que «la consellería competente, la de Mar, no quiere escuchar. De hecho, en los catorce años que llevo al frente de la federación -reprocha- no hubo un solo conselleiro que escuchase».

«Vacío legal»

En su opinión, esta situación sería otra cosa si la Administración se aprestase a regular por lo menudo la pesca deportiva, «si alguien se ocupase de nosotros», puntualiza. Un carné «como Dios manda», una preocupación por formar al aficionado, unas normas claras y al detalle, algo que ya funciona en otras comunidades como Andalucía, donde el carné es obligatorio. «Aquí -insiste crítico- cualquiera paga a la Xunta poco más de tres euros de tasas, muestra el DNI, y ya tiene permiso. Ya es pescador. Y lo es de día, de noche, en la playa, en las rocas, 365 jornadas al año». En Galicia, prosigue su queja, la libertad absoluta en este ámbito «equivale a vacío legal». De hecho, lamenta, solo los aficionados que acceden a federarse tienen la obligación de estar asegurados.

Por otra parte, Romarís sostiene que la playa es el espacio por excelencia para la pesca de caña en el mar. «El que busca las rocas o es un solitario o tiene algo que ocultar: evitar el control de capturas o el arte, que va al marisco o carece de permiso».

«Agochar a postura»

Carlos Galdo, pescador experimentado, disiente de que existan motivos oscuros para preferir el acantilado al arenal. «O pescador de pedra o único que agocha é a postura [lugar concreto de pesca] que descubriu, nun cantil, nunha furna, nun coído, no que se dá ben o peixe que lle gusta, e que non quere que para a próxima saída se lle encha de xente e o boten de alí porque non ten sitio para poñerse. As posturas boas non se van dicindo por aí», recalca. Y admite que hay muchos que se la juegan en áreas especialmente peligrosas, tanto que hasta recurren a cuerdas para bajar en zonas escarpadas como Seixo Branco (Oleiros) o San Andrés de Teixido (Cedeira). Es más, Galdo acepta que pocas veces el aficionado va a pescar adoptando unas medidas de seguridad mínimas imprescindibles, y respetando la más sagrada de todas: «Saír sempre cun compañeiro se vas ao acantilado e a mar aberto».

Coincide con él Emilio Sande, subjefe de Protección Civil de Ferrol, en que también resulta primordial «llevar teléfono móvil y dejar avisada a la familia en qué tramo exacto de costa te vas a mover, e incluso a qué hora prevés regresar». Sande advierte contra la supuesta calma del mar, los golpes de mar y el mar de fondo, ya que -«algo que un percebeiro conoce bien»- hay que tener en cuenta, según la zona, lo que se llama serie de olas: cada tantas olas pequeñas (pueden ser siete, nueve) viene una grande. Para este veterano experto en rescates, se pueden tomar otras precauciones como llevar ropa de abrigo -«por si te pilla la madrugada o te mojas, sobre todo, en las Rías Altas, donde las noches son más frías»-, elegir lugares visibles y con buenos accesos, usar chaleco salvavidas de color chillón, calzado de goma («los escarpines que emplean los surfistas son ideales») y traje de neopreno.

Como Sande, Galdo recuerda que la roca en marea baja resbala, sobre todo si tiene verdín, y que deben evitarse «as botas de traballo porque son demasiado pesadas se caes á auga».