Dos vallisoletanos hacen el Camino con traje flamenco tras perder una apuesta

GALICIA

Víctor Manuel Rivas y Javier Abad llenaron O Cebreiro de arte y jolgorio ante la curiosa y atenta mirada de los otros peregrinos

08 jun 2010 . Actualizado a las 11:14 h.

Con el mismo espíritu que si fuese la Feria de Abril en la folclórica Sevilla, pero a 1.300 metros de altura y con la niebla a ras del suelo, Víctor Manuel Rivas y Javier Abad llevaron el arte del flamenco hasta O Cebreiro. Llegaron camuflados por su traje de ciclistas, por eso los que los habían visto por la mañana no los conocían por la tarde, cuando sin abandonar sus zapatillas de deporte, llevaban sobre el cuerpo un traje de corpiño negro y falda vistosa, de color rojo salpicada de pequeños lunares. Vamos, un traje de faralaes en toda regla, con sus cuatro escalones de volantes incluidos. «A los extranjeros les encanta vernos vestidos así. Nos dicen: ''Oh, typical spanish''», reconocen.

«Somos las chicas de la Cruz Roja...», cantaban al lado de uno de los voluntarios de esta entidad dentro del bar del Hotel O Cebreiro. Congregaban las miradas allí por donde iban (les sacaban tantas fotografías como a la iglesia misma) y todos sonreían con ellos. La suya es, sin duda, una indumentaria un tanto peculiar para hacer el Camino de Santiago. Salieron de Roncesvalles para ganarse la compostela, pero también partieron un tanto condicionados por la presencia de un tercer ciclista, el más joven de ellos, Alberto.

«Fuimos a Madrid y apostamos a que nos metíamos en una jaula con los leones. Como no lo hicimos, ahora tenemos que vestirnos así», explicaba uno de los jóvenes. Evidentemente, estaban de broma, pero algo de pruebas y pérdidas había. Los tres son vallisoletanos, amigos y mecánicos de profesión. Como viene siendo habitual entre jóvenes, se marcaron un reto y se la jugaron. La cuestión residía en subir en bicicleta un empinado promontorio en tan solo dos horas. Javier y Víctor apostaron a que sí lo hacían; Alberto a que no. El resultado salió favorable para este último y la penitencia, pues, salta a la vista.

El Camino va en serio

«Nosotros -explican Javier y Víctor- perdimos la prueba [en realidad, más bien, uno de ellos, pero acabó liando al otro], así que nuestro castigo está en vestirnos así cuando llegamos a los sitios. Si él nos manda [lo dicen por Alberto] tenemos que hacerlo». Suerte tienen de que su verdugo no hace gala de gran maldad, porque les ha hecho dar el espectáculo en pocas ocasiones (Astorga y O Cebreiro marcaron un hito). «También nos busca conciertos», bromean los dos que quisieron subir en tiempo récord y no pudieron. Lo llevan con mucho humor, pese a las miradas y las risas que desatan, o quizás incluso por eso. «Esto es un cachondeo», admitían. Y tanto, pero el caso es llevar la fiesta dentro del cuerpo.

Más allá de la curiosidad de su traje y su arte flamenco, lo cierto es que estos jóvenes (las dos víctimas tienen 28 años y el torero que las conduce unos pocos menos) se están ganando el Camino. Empezaron en Roncesvalles y, a diferencia de muchos otros ciclistas que también han pasado ya por O Cebreiro, intentan hacer la ruta por los senderos que les corresponden y no por carretera. Por eso, manifiestan, «lo más duro de todo han sido algunos caminos», en los cuales, como es normal, por lo empedrado o por lo empinado, han tenido que bajarse de la bicicleta y llevarla a cuestas.

Intentan llegar a Compostela «un poco por todo»: por deporte, por ser año santo, por la cultura y por los paisajes. Desde Ponferrada, por ejemplo, les ha encantado el recorrido, pero Castilla la encontraron algo más monótona. Alternan los albergues, los hostales, las tiendas de campaña y alguna que otra casa de conocidos, pero ello no les ha impedido conocer que lo mejor del Camino es «el trato de la gente», excepto algún que otro aprovechamiento económico que sí ha habido. En bicicleta uno no se para tanto, pero, por ser esta su primera vez, no descartan repetirlo a pie.