La Justicia se pone del lado del «top manta» y absuelve a los vendedores

Alberto Mahía A CORUÑA/LA VOZ.

GALICIA

Un juzgado coruñés, siguiendo la jurisprudencia del Supremo, exculpa a un hombre que tenía marcas falsas

02 jun 2010 . Actualizado a las 02:08 h.

La policía los detiene cuando los sorprende vendiendo en la calle, les requisa el género y luego el juez los absuelve. ¿Por qué? Porque la Justicia entiende que los manteros no le causan daño alguno a las marcas y no engañan a nadie, pues todo el mundo sabe que lo que exponen en el suelo son falsificaciones y al que las compra no se le escapa que el bolso, el pañuelo, la corbata o el último cedé de Beyoncé va a tener una calidad mucho más baja que el original. Por si fuera poco eso, la jurisprudencia apela también a la humanidad, a las necesidades vitales del que solo tiene la venta ambulante como sustento. Así lo vienen manifestando en decenas de sentencias el Tribunal Supremo, fallos a los que aluden los magistrados de los juzgados de lo penal de toda España para absolver a los que les llegan como acusados de un delito contra la propiedad intelectual e industrial.

Operaciones contra el top manta se han sucedido en los últimos años en todas las ciudades de Galicia. Redadas alentadas más por los comerciantes de las zonas en que suelen desplegarse los ambulantes que por las grandes marcas textiles. En eso se ha quedado la lucha contra el top manta una vez que la Justicia ha tomado la decisión de no castigarlo penalmente.

En una sentencia emitida esta semana por la titular del Juzgado de lo Penal número 5 de A Coruña se cuenta la historia de un ciudadano senegalés que fue detenido a las diez y media de la noche del 29 de agosto del 2007 en la calle Real en medio de una gran redada policial. Había sido sorprendido ofreciendo prendas que imitaban a las de grandes marcas (13 réplicas de bolsos de Carolina Herrera, 8 de Gucci, monederos de Dolce & Gabana, cinturones de Hermes o de Armani, entre otras muchas cosas).

Juicio

El pasado 20 de abril, el hombre fue juzgado -el fiscal pedía que fuese condenado a un año de prisión- y explicó en la sala que en aquellas fechas no tenía la menor idea de que vender prendas falsas fuese un delito en España. La jueza, en la sentencia, explica que no va a ser ese el motivo de la absolución, sino otros. Es cuando echa mano de sentencias del Tribunal Supremo dictadas en los últimos años, así como de audiencia provinciales, que afirman que «pese a existir analogías o coincidencias de esas prendas con las originales no existe posibilidad de confusión en el consumidor». La magistrada añade que «si lo que se pretende» acusando a alguien de un delito contra la propiedad industrial «es alegar un perjuicio contra las marcas copiadas, no se estima acreditado que este tipo de comercio suponga una pérdida de ganancias. Además, como esas marcas copiadas tienen un valor alto no parece muy creíble que quien tenga poder adquisitivo para comprar el original prefiera hacerlo en un mercadillo o en un puesto callejero, a sabiendas de que es falso, por lo que el perjuicio para la marca no existe». Además, en el fallo se apela a la «insignificante» cantidad de producto que tienen los vendedores como para que pasen un año en prisión.

Abogados especializados en este tipo de delitos han constatado ese cambio en la Justicia en los últimos años. «La gran mayoría de los jueces entendieron en los últimos años que no se puede atacar al más débil de la cadena, al hombre que vende en la calle para sobrevivir. Aparte de que, en efecto, esta gente a nadie engaña. Vende productos de baja calidad a muy poco precio, tal y como recuerda el Tribunal Supremo en innumerables sentencias», sostiene el abogado Guillermo Fernández Obanza, muy vinculado a una oenegé que ofrece servicios legales a inmigrantes.

Este abogado, como Luis Regio Varón, dicen que «tenemos que felicitarnos porque la sensibilidad y el sentido común impregnó la jurisprudencia». Obanza lanza una pregunta: «¿Sabe cuántos chicos han llegado a verme locos de alegría con una oferta de contrato de trabajo y que yo les tenga que recordar aquel día que los detuvieron por vender? Pues eso les impide trabajar en España. Les rompe su sueño», asegura.