De paseo con el hombre tranquilo

GALICIA

Recorrido en quince horas por una muestra estadística de la población activa gallega, donde Guillerme Vázquez siembra entre el desánimo. Cercano y claro, dice que aún le queda «moito paisano que escoitar»

02 may 2010 . Actualizado a las 02:00 h.

Por su tamaño y la profundidad de su voz podría haber sido un John Wayne de Pontevedra, pero lo separa la caída de hombros, nada altiva, que le da más bien un aspecto mangallón y afable. Nos recibe en su casa, en un monte cerca de Pontevedra con una vista sensacional. En la cocina, café con leche a palo seco. Por el jardín, tres perros machacando la labor de jardinería que el portavoz nacional del BNG admite como uno de sus escasos pasatiempos.

Inmediatamente, Guillerme establece un tono de cordialidad y proximidad que acepto encantado. Habla de su casa como «un tesouro», en el sentido más amplio, incluyendo vecinos que son también amigos. El jugueteo con los perros le cuesta la camisa, que se tiene que cambiar antes de salir hacia un día largo. «Bah, hoxe non é dos piores». Son las ocho y media de la mañana.

En el coche, un Citroën C5 con chófer, le esperan cuatro periódicos que hojea mientras le doy charla. No, no le gusta el fútbol; ni tiene tiempo para ir al cine; Internet, cero. No hay tiempo para casi nada. ¿Literatura? «Xa sei que quedaría moi ben dicir que estou lendo sete libros á vez, pero o pouco tempo que teño o adico á miña compañeira». Guillerme renuncia a los periódicos y se enfrasca en la charleta camino de Santiago. Le gusta la naturaleza, salir y conducir su furgoneta, pasión oculta. Mientras tanto, fuma. Por un tubo.

Chavales y ganaderos

En la sede lo esperan Xosé Mexuto y Montse Prado, jefe de prensa y secretaria de organización. Breve reunión en el despacho para planificar el día e hilvanar la agenda de la semana próxima: «Hai moito país que recorrer, moito paisano que escoitar». Primera parada, el Burgo das Nacións, donde nos espera la primera y única comparecencia ante los medios, un racimo más bien modesto de micrófonos ante el que Guillerme, en medio de la calle, despacha la actualidad: condolencias por los jóvenes fallecidos en el accidente de tráfico, un poco más de lo mismo sobre las cajas, las cifras del paro y poco más. «Eche o que hai», la frase fetiche con la que Guillerme cierra muchas de sus intervenciones. También se escucha en el encuentro con los jóvenes, que se produce a continuación. Dos decenas de chavales de Galiza Nova que se muestran más locuaces en la cafetería que en el local donde se produce el encuentro. «Eche o que hai».

Una hora después estamos en Vilasantar. Tras la comida, reunión con ganaderos de la comarca y escenificación del drama rural. El auditorio es numeroso y sorprendentemente joven. Guillerme escucha y contesta. El desastre lácteo. La profecía del BNG. El líder apunta al campo francés: «Cando se move, o Goberno treme». Pero allí hay gente que tiene marcas de los porrazos en las últimas protestas en Santiago. «Xa protestamos», dicen. Y Guillerme les recuerda que ningún Gobierno cambiará las cosas mientras se sienta apoyado por su votos. ¿Puño de hierro en guante de seda? Seguramente. Mientras habla con los ganaderos, su responsable de prensa lo insta a que atienda a una llamada, pero Guillerme, abstraído en el debate, pospone la urgencia. No le gustan las prisas. Primero lo importante, después lo urgente. Tras el repaso a las desgracias que acogotan al sector, la alcaldesa convoca a los presentes a los churrascos organizados para los próximos días. País. ADN. Las penas, con churrasco son menos.

Fin de fiesta en Cambados, uno de los actos informativos que Vázquez está llevando por todo el país. En la sala llena, el hombre tranquilo retoma su discurso, sencillo, directo, apoyado en el atril, sin dramas pero sin concesiones. Hay otra realidad posible. Aplausos, confianza. Son más de las once y media de la noche cuando regresamos a Pontevedra. Trescientos kilómetros y casi dos paquetes de tabaco después, Guillerme me dice: «Todo esto fágoo por convicción, pero hai moito tempo que decidín non sufrir».