Internet, a paso de caracol en los colegios públicos de Pino de Val y Artes

X.?R. Alvite? / ?A. Gerpe

GALICIA

02 abr 2010 . Actualizado a las 02:00 h.

En un mundo tecnológico en que lo menos relevante de un teléfono móvil es que sirva para hacer llamadas, alumnos como los de Pino de Val, en Mazaricos, o Artes, en Ribeira, viven en un presente informático realmente prehistórico. Con una velocidad de conexión de medio mega en sus ordenadores, cuando finalmente logran engancharse a la Red, tardan minutos en acceder a datos que en colegios situados a no más de quince kilómetros descargan en fracciones de segundo. En estos centros, la banda ancha está inventada, pero no descubierta. Aprender sirviéndose de las posibilidades que ofrece Internet no está al alcance de estos chavales, que ven mermados sus recursos en relación con otros por el hecho de residir en una zona rural.

En Pino de Val es imposible que los alumnos trabajen con más de un ordenador al mismo tiempo. Lo paradójico es que hace un par de años, con cargo al programa del Ministerio de Educación Internet en las Aulas , instalaron en el centro conexión wifi en cada aula. Sin embargo, nadie se ocupó de que tuvieran un ancho de banda acorde a tan avanzada tecnología y, lo que es peor, de dotarlo de equipos para que hubiera uno por clase.

Partida económica

Tras dos años solicitando ordenadores, la dirección decidió gastar 2.400 euros del presupuesto del centro y, ahora, al menos, hay un pecé por clase. Pese a las limitaciones de velocidad para acceder a la Red, a Pino de Val también han llegado las pizarras digitales. Realmente solo tienen una, pero las clases se turnan para utilizarla.

También de una sola pizarra digital dispone el colegio ribeirense de Artes, otro centro en el que se ven obligados a limitar al mínimo las clases en las que se trabaja con Internet porque, como dice el director, cuando se conectan diez ordenadores las aplicaciones tardan «interminables minutos» en abrirse. Por si fuese poco, el aula de informática de esta escuela solo posee once equipos y, sin embargo, hay clases con diecisiete alumnos. Eso significa que a los chavales no les queda más remedio que compartir ordenador.

El director ha realizado todo tipo de gestiones, tanto para que les aumenten la velocidad de conexión como para que incrementen la dotación de equipos del centro. Sin embargo, ni una cosa ni otra y, mientras tanto, alumnos y docentes se desesperan frente a la pantalla.