«Todos los fines de semana llevo flores a mi hijo al cementerio»

GALICIA

Paulos, juzgado por el asesinato del menor y absuelto por falta de pruebas, sigue declarándose inocente 18 años después

02 ago 2009 . Actualizado a las 02:00 h.

La parroquia vilagarciana de Rubiáns se estremeció el día de San Xoán del año 1991 tras el descubrimiento del cadáver de José Antonio Paulos Pérez, de ocho años. El niño había ido con su bicicleta a buscar hierbas y apareció horas después cerca de su casa con un golpe en la cabeza y con síntomas de abusos sexuales. Todas las sospechas recayeron en su padre, que fue juzgado como supuesto culpable de la muerte del menor. Pero se le absolvió por falta de pruebas. Un pelo que se había encontrado en el lugar del crimen y que se remitió al Instituto de Toxicología de Majadahonda para su análisis se perdió por el camino. Convencida de que su marido lo había asesinado, la madre del niño abandonó su casa de Rubiáns, a la que nunca regresó.

El padre sigue viviendo en Vilagarcía, aunque lejos del lugar de los hechos. La casa familiar se vendió, se derribó y se construyó otra nueva, como queriendo borrar cualquier recuerdo de aquel brutal suceso. Antonio Paulos Padín vive de alquiler en un barrio de Vilagarcía, y trabaja en una cristalería. Se muestra reacio a revolver el pasado. «¿Para qué? El niño ya nadie me lo va a devolver, y yo me quedé sin nada, me lo gasté todo en abogados. Tengo que vivir de alquiler».

Desde su punto de vista ya nadie sospecha de él, dice que los vecinos saben que es inocente. Pero también reconoce que, al no haber un culpable, las preguntas siempre quedarán en el aire sin respuesta. Las mismas pruebas desaparecidas que lo libraron de la cárcel las utiliza él para denunciar que no se haya dado con el verdadero culpable. «No hubo interés en resolverlo. Estaba la bici del niño y había pruebas, un pelo que se mandó a Madrid y que se perdió. Fue algo increíble».

Reconoce que tras ese golpe su vida no fue la misma, y que nunca logró superarlo. «Fue todo muy duro; mi mujer me dejó y yo quedé tan escarmentado que no fui capaz de rehacer mi vida». Asegura que nunca volvió a saber nada de la madre de sus hijos que, convencida de la culpabilidad de su ex marido, incluso llevó el asunto al Defensor del Pueblo. En noviembre cumplirá 64 años, y sostiene que el único consuelo que le queda son las visitas de su otra hija y de sus nietos. «Con ella me llevo bien, vive en Las Palmas pero viene a verme, y tengo dos nietos». El recuerdo del pequeño José Antonio pesa sobre él como una losa. «No puedo olvidarlo; todos los fines de semana voy al cementerio a llevarle flores».