Pallozas de ladrillo, lo último en feísmo

Fernanda Follana

GALICIA

Bloques de piedra roja afean dos pallozas en una aldea asturiana pegada a Galicia; Diolinda Lombardero, una de las dueñas, se lamenta: «Se tivese cartos, restauraríaa»

02 may 2009 . Actualizado a las 02:14 h.

Son un ejemplo de feísmo rural y, paradójicamente, también de conservación del patrimonio arquitectónico de los pueblos. Las dos pallozas de la aldea de Valdeferreiros, una isla asturiana entre tierras gallegas, han sido reformadas añadiendo a sus muros originales de piedra un metro más de altura con bloques de ladrillo, y sustituyendo el tradicional teito de palla por un tejado de pizarra a dos aguas. No se trata de una solución estética, pero ha permitido que estas construcciones centenarias se mantengan todavía en pie, merced a su función utilitaria. «Se tivese cartos, restauraríaa. Encántame a pedra», lamenta la propietaria de una de las pallozas, Diolinda Lombardero, que explica que en su casa los ingresos fijos mensuales se reducen a 1.200 euros de las pensiones de dos jubilados que viven en la unidad familiar. Las pallozas de Valdeferreiros, o «casiñas», como les llaman los vecinos, fueron rehabilitadas al mismo tiempo hace al menos 40 años, según los cálculos de Diolinda: «Eu teño 47 anos e parece que algo me sona das reformas, pero lémbroas sempre así». Para ella, la presencia del ladrillo se debe a que por la zona no hay mucha piedra y a que entonces esta no se valoraba. «Foron ao práctico: o que querían era que non caese e que lles valese para algo», matiza. Diolinda Lombardero y su vecina Berta Guerra recuerdan que nunca vivió gente en las pallozas: «O espazo estaba partido: abaixo gardábanse ovellas e cabras, e arriba principalmente a palla», explican. Actualmente, en la «casiña» de Diolinda vive la yegua Carolina , un regalo procedente de Murias de Rao, en Navia de Suarna, y que utilizan para «facer o esterco e que coma a herba dos prados». Por su parte, la palloza de Berta tiene dos alturas, que no son las tradicionales, y en ella guardan patatas, leña y distintos aperos agrícolas. «Non sabemos o que somos» Valdeferreiros se encuentra en la margen izquierda del río Navia, en una franja asturiana que penetra en tierras lucenses. Pertenece al concejo de Ibias y limita con Navia de Suarna y A Fonsagrada. «Non sabemos o que somos, se galegos ou asturianos», bromea Diolinda, que explica en su idioma materno que «os nenos estudan a ESO en Navia» y que es también a la capital gallega adonde acuden al médico por un antiguo acuerdo verbal, aunque desde hace un año no tienen asistencia a domicilio: «É o noso principal problema», concluye. La esclava vida de la aldea «O pobo é moi bonito para vir a fin de semana e atopar todo feito. Aquí estás atada as 24 horas do día; non tes vacacións; non tes case con quen falar; queres tomar un café e ¿onde vas?». Diolinda añora los seis años que vivió en Cambre para que su hija pudiera cursar estudios superiores. Actualmente, las tareas de la casa y el cuidado de su padre, de 85 años, y de una tía de 88 le ocupan todo el día. «Vivimos das súas pensións; meu pai cobra 700 euros e a miña tía 500. Por dependencia só che pagan se a persoa está moi impedida, o cal é inxusto porque tes que mirar seguido por eles. Cando falten teremos que marchar buscar algo». A pesar de la falta de servicios y la ausencia de oportunidades en los pueblos, a pesar de lo que consideran dejadez por parte de la Administración y de la emigración, los pocos que quedan apuntalan el patrimonio cultural y natural de la montaña, aunque sea a golpe de ladrillo y chapa. A pesar de todo, Diolinda insiste: «Se me tocase algo, amañaría a casiña: é a miña ilusión».