«No basta con mandar a la cárcel al dueño del local, también debe pagar el concejal de turno»

La Voz

GALICIA

30 mar 2009 . Actualizado a las 02:00 h.

Algunos vecinos de la calle Inés Pérez de Ceta se felicitan por la sentencia que castiga a la dueña de un pub de Barcelona a cinco años de cárcel por provocar una contaminación acústica que causó graves molestias a los residentes. Eloy Mosquera afirma que el tribunal se quedó corto. «No basta con mandar a la cárcel al dueño del pub, también debe pagar el concejal de turno y los cargos con responsabilidad en este asunto».

El vecino critica a algunos concejales que son poco rigurosos con las licencias y la normativa de los pubs. «Algunos políticos e, incluso los jefes de policía, no quieren acabar con esto del ruido. De lo contrario, duplicarían la vigilancia y jamás permitirían que nadie abriese un pub en el bajo de un edificio habitado. Quizás ellos mismos tengan intereses o negocios propios», dice.

Los tribunales ya admiten que la contaminación acústica y el exceso de decibelios pueden causar daños psicológicos a quienes los padecen involuntariamente. El derecho a la diversión y a la libertad de negocio tienen su límite cuando lesionan la salud de otros. Algo que ya sabían los vecinos de ambas aceras de la calle Inés Pérez de Ceta, quienes nutren las filas de la plataforma viguesa contra los ruidos.

La ubicación de los pubs, aunque estén insonorizados, genera ruidos colaterales. La zona de marcha y diversión atrae a un público que no camina precisamente de puntillas. «Esta calle se llena de bullicio por la gente de paso en plena madrugada. Algunos orinan en los portales, otros obstruyen con sus coches el acceso a nuestro garaje comunitario. Los residentes se quejan y dan bocinazos que se oyen arriba. Encima, si al infractor le llamas la atención, se pone chulo», dice.

Pero para denunciar el exceso de decibelios hay que probarlo. Eloy Mosquera ha telefoneado varias veces desesperado a la Policía Local para que envíe un agente a medir el ruido en su casa con un sonómetro. Nunca logró una medición oficial. «Me dicen que no vienen porque un aparato estaba averiado; otra vez por falta de agentes...», relata con escepticismo.