«Rosalía» persuade desde el aire a los que usan el mar como su cloaca privada

GALICIA

La Voz participa en una de las patrullas aéreas que ponen coto a los sentinazos en el gran corredor atlántico

21 dic 2008 . Actualizado a las 12:17 h.

«Lo que más nos sorprende es que, sabiendo que los vigilan desde el aire, algunos sigan haciendo sentinazos, aunque cada vez son menos; es como atracar un banco delante de la policía». Lo dice uno de los miembros de la tripulación del avión de vigilancia Rosalía de Castro , mientras la aeronave con nombre de poetisa se eleva sobre el cielo de Compostela, a muchos pies de las campanas de Bastavales, camino del dispositivo separador de tráfico marítimo de Fisterra.

Cuentan que el dispositivo es una gran autopista por la que cada año navegan 42.000 barcos, con sus dos sentidos de circulación delimitados por coordenadas y con dos carriles en cada sentido, uno para tráfico normal y otro para mercancías peligrosas. Acompañamos al equipo en una de sus misiones de reconocimiento y, en unos veinte minutos, Rosalía se desliza bajo un mar de nubes altas a unas cuarenta millas de la costa.

A los mandos de Rosalía van dos madrileños con muchas horas de vuelo, Carlos Muñoz y el comandante Fernando Serrano. En el control de aparataje, tres coordinadores tácticos, lo que en el vocabulario profesional se conoce como TACCO: Begoña Rivera, Marco Ramos y Manuel Capeáns. Completa el reparto el técnico de apoyo al vuelo Miguel Chicote, que se encarga también de manejar la cámara de fotos digital cuyos disparos servirán como prueba en el caso de que alguien contamine en alta mar.

La misión principal del Rosalía es la lucha contra los vertidos. Realiza vuelos programados durante unas cincuenta horas al mes, con una media de quince salidas. Después están los imprevistos, como las emergencias, la búsqueda de desaparecidos o que un satélite detecte una mancha sospechosa sobre el manto de agua salada.

El Rosalía , que es propiedad del Ministerio de Fomento, da apoyo al Centro Coordinador de Salvamento de Fisterra, que tiene su base en Porto do Son. «Somos los ojos que ellos no tienen en la zona», explica uno de los coordinadores tácticos mientras la maquinaria se pone a punto; la costa gallega ha quedado atrás.

Mientras nos situamos sobre el dispositivo de separación, la verdadera «autopista del Atlántico», la tripulación nos muestra un sentinazo del pasado 24 de septiembre, convenientemente documentado con imágenes. «Hemos detectado manchas hasta de cuarenta millas por unos dos kilómetros de ancho», dice Miguel, mientras su pantalla de control se llena de símbolos amarillos circulares en cuyo centro hay una A mayúscula.

Cada A es un barco que cuenta con transpondedor AIS, siglas que, en inglés, se corresponden con sistema automático de identificación. Su instalación es obligatoria en barcos de más de trescientas toneladas y, sobre las dos de la tarde del jueves 18 de diciembre del 2008, aparecen unos cincuenta en el monitor, y el número aumenta según nos situamos sobre el corredor.

El verdadero ojo del Rosalía es una cámara FLIR que va en el morro, y que ve tanto de día como de noche, que hace fotos y que graba vídeo. Con un joystic , Marco maneja a su antojo el objetivo y hace que, ante nuestros ojos, el pequeño punto que está allá abajo se revele como un gigantesco mercante.

Pulsando con el cursor del ordenador sobre cada A mayúscula, conocemos toda la información del barco. El que tenemos justo a tiro de cámara es el Volans Leader , de bandera panameña. Lleva carga general y tiene como destino el puerto de Barcelona. El transpondedor AIS facilita mucha más información técnica.

En pocos minutos, por la izquierda, nos avisan de que un barco con mercancías peligrosas navega por la parte de subida del dispositivo. En el monitor está marcado no con una A, sino con dos letras: AR. Pulsamos sobre el símbolo y se despliega su tarjeta de visita: Es el Pro Alliance , también panameño -las banderas de conveniencia saltan a la vista-. Tenía prevista su llegada al puerto de Róterdam para ayer a las 18 horas. Comprobamos su eslora, su manga y su calado. Que lleva carga peligrosa es un hecho, lo que no aclara la información del transpondedor es si se trata de un petrolero, un gasero o un quimiquero. En cualquier caso, es objeto de especial atención por parte de los vigilantes del Rosalía .

El avión va dotado con un sofisticado sensor anticontaminación, que barre veinte millas a cada lado del aparato mediante dos grandes antenas que funcionan como un radar.

Una vez que uno está justo encima del inmenso corredor, la sensación de que volamos sobre una verdadera autopista aumenta. Uno siente que viajara en las tripas de un radar con alas de la Guardia Civil.

A propuesta de Miguel Chicote, que se sitúa en una burbuja lateral con una cámara convencional conectada a un GPS, el comandante Serrano inicia una maniobra para que Chicote pueda realizar una foto del espejo de popa del Pro Alliance . Sería una prueba fundamental si la nave estuviese cometiendo alguna ilegalidad, que no es el caso. En el espejo de popa se leen claramente su nombre y su puerto de matrícula. También se fotografiaría el barco conectado a la estela de contaminación que dejaría por la popa y se haría además un retrato de la proa en la que se apreciasen aguas limpias. «De esta manera, no podrían argumentar que navegaban sobre la estela de polución de otra nave que pasó antes», aclara Chicote. «Nuestra misión es aportar el mayor número de pruebas posible».

«Cuando contactamos por radio con un barco que está contaminando, siempre lo niegan, dicen que no saben nada», indica otro compañero de tripulación. Pero ya será tarde, porque con toda la documentación gráfica obtenida por el Rosalía , el capitán infractor deberá responder a un completo interrogatorio una vez toque puerto. Y las sanciones no son ninguna broma, pueden llegar a los 300.000 euros.

Acabada la maniobra, nos situamos de nuevo sobre el Volans Leader y ya, a vista de pájaro de vuelo bajo, podemos observar que transporta coches.

La legislación se ha endurecido mucho y es muy clara sobre lo que un barco puede verter o no al mar: básicamente, aguas limpias, procedentes de la limpieza de una bodega, poco más.

En el avión trabajan con el software Oil Map, que previene la evolución de una mancha y que puede jugar con el tiempo, rebobinándolo, para determinar a qué barco puede pertenecer analizando los parámetros del momento.

La experiencia de la tripulación hace que todos diferencien perfectamente si el sentinazo viene de un petrolero o de un mercante, por ejemplo.

Los barcos «sospechosos» pasan a formar parte de las listas negras de la Organización Marítima Internacional, que se encarga de someterlos a fuertes inspecciones en puerto.

-¿Otro Prestige es posible?

La pregunta se la lanzamos a todos los miembros de la tripulación, y todos coinciden en la respuesta: «Ahora todos los petroleros tienen doble casco, pero teniendo en cuenta la cantidad de tráfico que hay en el dispositivo, siempre se producirán accidentes». Dejándole al mar los imponderables, Rosalía vigila desde el aire que los hombres cumplan con su parte en este pacto por la sostenibilidad.