La última deriva de la «Extremadura»

Francisco Varela

GALICIA

La denuncia de un cabo por la desaparición de documentos clave ha dado un vuelco al caso de la explosión en la fragata, que causó la muerte de dos marineros en el 2005

14 abr 2008 . Actualizado a las 02:00 h.

¿Pudo evitarse la explosión de la caldera de la fragata Extremadura ? ¿El apagado del barco ante las evidentes señales de emergencia habría salvado la vida del marinero y el cabo que perecieron con la explosión? La respuesta tendrá que darla el tribunal militar que lo juzgue, pero de lo que se lleva de instrucción comienza a aflorar alguna luz y sombras de responsabilidad. Varios tripulantes que se encontraban en el barco aquella noche han confirmado que los indicadores eran claros: el nivel de contaminación de cloro en el agua de alguno de los circuitos de la planta de propulsión había llegado a 12 cuando con 1,6 lo aconsejable es apagar. Así lo dijo el cabo Jorge Miguel Gago Chao, cuya declaración ante el juez togado militar ha sido la más contundente. Antes lo había hecho el cabo Iván y otros. La situación era realmente de alarma.

Hace meses que el cabo Gago preparó por escrito una historia de lo ocurrido y los sentimientos que le afligen por no haberse saltado las órdenes y parar la maniobra de encendido, aunque lo arrestasen luego. La imagen de su amigo muerto, el marinero Erik Noval (la explosión acabó con la vida también del cabo Castrillón Pérez), no se le iba de la cabeza y por ello decidió dar el paso de presentarse ante el tribunal militar y declarar como testigo.

Con Erik había pasado noches de guardia que forjaron una sintonía como solo ocurre entre las mamparas de un barco. Cierto que también surgen enemistades infranqueables. A Erik, incluso, lo instruyó en el manejo de calderas y también le enseñó a jugar al ajedrez. «Pero se le truncó su camino con un jaque mate traicionero», dice Gago en su relato, ya en manos del juez militar.

El laboratorio

El cabo Gago sabe de lo que habla porque pasó dos años como encargado del laboratorio de máquinas de la fragata. También era amigo de Pachi, como conocían a Francisco Javier Pérez Castrillón, por lo que el tormento es doble. Él sabe que existe un documento, la tabla de valores donde se anotan los análisis del agua y su contaminación por cloro, fundamental para la investigación. Pero el juzgado lo pidió reiteradamente a las autoridades de Marina y no aparece. Gago sostiene que la hoja, la mañana siguiente a la explosión, fue entregada a un oficial de la fragata.

El teniente de navío Pablo Varela Sánchez, jefe de máquinas de la Extremadura , ha prestado una segunda declaración ante el juez togado en la que sostiene que la decisión de apagar la caldera requeriría la autorización del comandante porque suponía suspender una salida a la mar del día siguiente. En todo caso, él no informó al mando del buque de peligro alguno. También rechazó que en sus comunicaciones telefónicas con un brigada (el jefe de máquinas estaba en su casa) le aconsejase o sugiriese el apagado de la caldera. Y expuso sus dudas sobre la exactitud de los análisis de agua porque «a veces sucede que el reactivo está en mal estado, la medición del cloro no es siempre exacta». La declaración del cabo Iván difiere. Iván presenció cómo Gago decía al brigada Campillejo que había que apagar; el brigada llamó al jefe de máquinas, regresó y dijo que no lo autorizaba. Eran las once de la noche: tres horas después explotó la caldera.