Una empresaria hija de una emigrante gallega, brutalmente asesinada en Buenos Aires

Agustín Bottinelli

GALICIA

10 nov 2007 . Actualizado a las 03:08 h.

La empresaria de hostelería Mónica Beatriz Vázquez, nacida en Buenos Aires e hija de una emigrante gallega, fue golpeada y enterrada viva por quien fue el inquilino de una de sus propiedades, en concreto, la casa que había sido de sus padres, ubicada en el barrio de Ciudadela. El crimen se habría producido tras una discusión por el alquiler. La mujer le habría planteado al acusado su intención de vender la casa, ante lo cual el hombre le habría pegado una trompada en la cara y le habría roto varios dientes.

El asesino, Eduardo Becerra, primero la golpeó y luego la enterró viva en el jardín del fondo de la casa, el mismo sitio donde Vázquez jugaba de niña. Aunque la autopsia determinará los detalles de la muerte, una fuente de la policía ha confirmado a La Voz que, inconsciente, la víctima se habría atragantado con su sangre y, creyéndola muerta, el hombre la habría ocultado en una bolsa de basura, tras lo cual la enterró aún viva. Vestido y en posición fetal, el cadáver de Vázquez -que tenía marcas de golpes en la cabeza- llevaba un lazo en las piernas y otro a la altura de la cintura.

Mónica Beatriz Vázquez, dueña del restaurante Dora, uno de los de mayor renombre en Buenos Aires, había desaparecido el viernes día 2 después de anunciar a su familia que pasaría a cobrar el alquiler por la casa de sus padres. Ella conocía al inquilino desde hacía muchos años, por lo que en un primer momento nadie sospechó de Becerra.

El asesino fingió un secuestro y llegó a pedir un rescate de 500.000 dólares para liberar a una mujer a la que ya había asesinado, pero él mismo, arrepentido, habría confesado en una carta que envió a su pareja lo ocurrido: en la misiva habría dado cuenta de la muerte de la mujer, del entierro del cadáver al fondo del terreno y un supuesto intento de suicidio.

Detenido en Mendoza

Finalmente, Eduardo Becerra fue hallado ayer en un hotel del barrio de Liniers, al oeste de Buenos Aires. Tenía billetes para viajar a la provincia de Mendoza, donde fue detenido sin que opusiera resistencia. Los policías encontraron a Becerra como desencajado, con los ojos desorbitados y disculpándose incomprensiblemente todo el tiempo.