El tren a Cataluña tarda casi 20 horas, igual que hace veinticinco años

Alberto Magro

GALICIA

Los accidentes, las averías y los socavones catalanes provocan retrasos de más de cuatro horas en el viaje

04 nov 2007 . Actualizado a las 02:00 h.

Hace 25 años las estaciones de Galicia se poblaban de pañuelos cada vez que el Estrella partía hacia Barcelona con sus literas cargadas de gallegos que buscaban en Cataluña un porvenir más prometedor que el local. Casi tres decenios después, en el andén ya no hay pañuelos, ni demasiados emigrantes, pero el resto sigue igual: el Estrella que parte de Galicia es el mismo tren, y las vías por las que circula hacia a la prosperidad catalana solo han mejorado en los tramos cercanos al Mediterráneo.

El resultado es que el viaje en el tren más mítico de la historia gallega implica hoy casi las mismas veinte horas de 1982. Lo comprobó esta semana La Voz, en un recorrido por los ferrocarriles de entonces y ahora, que son los mismos. No hizo falta esperar mucho para darse cuenta de que el tiempo sí puede pasar en balde. Bastó poner el pie en el tren que partía de Vigo a las 18.23 horas del miércoles previo al día de Todos los Santos para que un literista advirtiese de que la llegada a Barcelona se retrasaría «una hora y media». ¿Y eso? «Vamos sólo hasta Tarragona, por los socavones, y desde allí seguimos en bus».

La primera, en la frente. Aunque el pasaje se encoge de hombros. Ya nada sorprende a iniciados como Elena y su marido, Manuel, que van hasta Aragón a ver a su hija. «Esto es tercermundista, un desastre, pero no hay más opción que aguantarse y cruzar los dedos para que no pase nada raro», cuenta Elena. «Al menos sale puntual», apunta un estudiante de Peritos. Vuelve a casa por el puente, y lo que dice no es cuestión menor: el tren ya no volverá a ser puntual en todo el trayecto. «Ya tengo callo. Cuando puedo viajar, el avión no está para estudiantes», apunta. Tiene billete de preferente, es decir: viaje en butaca, pegando cabezazos contra la ventanilla. O haciendo yoga, como María, una leonesa que se recoge sin éxito sobre sus bailarinas verdes para dormir: «Entre el traqueteo y la gente, no pegas ojo».

Vino para el camino

El tren se retuerce camino de Ourense, la parada estrella del Estrella. «Es lo que nos queda aquí. No hay bus al aeropuerto y dejar el coche allí unos días cuesta más que el viaje, así que al final cogemos el tren y nos comemos el suplicio», explica Julián, que viaja con su mujer a Barcelona. Con ellos suben decenas de viajeros: hay ex emigrantes gallegos que vuelven de vacaciones, currantes jóvenes en busca de un buen trabajo y jóvenes excursionistas cargados con el kit de botellón. «Se viaja mejor con vino», aprueba Ramón, un cocinero redondelano que trabajó 42 años en Barcelona y ahora corta chorizo y se moja en tinto rumbo a Cataluña. «Se hace más corto así».

Caballo atropellado

Aún no sabe lo que le espera. A la entrada de León, tras seis horas de traqueteo por Galicia, el tren se lleva puesto un caballo. «Está para que lo recojamos con cucharilla», bromea un técnico. Al rato, cambia el gesto: «La máquina pierde aire, hay que cambiarla», explica. Son las 00.40 horas y hasta la 1.30 no llega ayuda de León. El problema se soluciona a las 2.00, pero el retraso es definitivo.

Mientras tanto, los pasajeros que no se han entregado a la jarana cervecera nocturna del Estrella duermen hacinados en las mismas literas estrenadas en 1984. Pero con el amanecer llegan las quejas. «Cuando no es un caballo, es un perro y, si no, un agujero», protesta Martín, un ourensano de 57 años que lleva viajando en el Estrella desde los 7. «Para los gallegos no hay progreso», recalca.

Y el tren se empeña en darle la razón. Aparece en Zaragoza cuando tenía que estar en Reus. Y en Reus cuando debía entrar en Barcelona. Las 16 horas previstas van ya camino de 19 cuando, en Tarragona, Renfe sube a los viajeros en buses. La ausencia de tráfico del día festivo permite ganar tiempo a los tres autocares que trasladan a los viajeros al final de la aventura. Son las 13.47 horas y sólo queda reclamar la devolución del billete por el retraso. Al final, 20 horas, 25 minutos, 128 euros, una reclamación, siete cafés y un bocadillo de tortilla requemada después, el cronista y 268 gallegos dan por concluido un viaje por el tren de los setenta y los ochenta. Pero en el 2007.