Los barrios marginales cobijan en Galicia a unas 4.000 personas

Moncho Ares*+Esta información ha sido elaborada con la aportación de Fran Espiñeira, Francisco Varel

GALICIA

Pese a la reducción de la delincuencia, el rechazo social ralentiza la integración étnica

28 oct 2007 . Actualizado a las 02:51 h.

La polémica surgida la semana pasada porque un centenar de vecinos de Vilarchán están dispuestos a pagar 250.000 euros a escote para comprar una casa con el fin de que no la adquiera una familia gitana dio la vuelta a España a través de los medios de comunicación, pero refleja la realidad de las cerca de cuatro mil personas que actualmente residen en barrios marginales repartidos por toda Galicia: el camino hacia la integración étnica está colisionando con el rechazo social a causa de prejuicios en los que pesa más la historia que la actualidad.

Los poblados o barrios marginales -en Viveiro se da la circunstancia de que los gitanos residen, en su mayoría, en sus pisos, y no en un asentamiento- se encuentran repartidos de una forma casi homogénea por las cuatro provincias gallegas. A Coruña cuenta con el poblado de Penamoa, donde residen unas 170 familias; en el área metropolitana de la ciudad herculina también se encuentran gitanos en Culleredo. Ferrol y Narón, por su parte, se reparten unas mil personas de esta etnia, que viven en seis asentamientos. En Ribeira viven cerca de 300 gitanos.

En Lugo continúa el poblado de O Carqueixo, con unas 200 personas, pero pronto desaparecerá, ya que en sus inmediaciones se está construyendo el nuevo hospital. As Lamas, en Monforte, es el principal núcleo gitano en el sur de la provincia, con unas 64 personas. O Vao, con 350 personas, y dos campamentos en Vilagarcía, reúnen el grueso de la población gitana de Pontevedra. En Ourense se localizan en Maceda y en las viviendas que se construirán en Maside para alojar a 24 familias.

La veintena de asentamientos gallegos están dominados ampliamente por la etnia gitana, pero también hay integrantes de otras colectividades, como la colonia de húngaros de Ribeira, los moinantes de Carballo, así como rumanos, portugueses e incluso grupos que proceden de la Europa del Este.

Un factor común a la mayor parte de las colectividades marginales es que, a medida que pasan los años, el chabolismo tiende a la desaparición y los residentes o bien se van incorporando progresivamente a viviendas dignas, buena parte de ellas promovidas por las Administraciones, o allí donde antes dominaban el paisaje las casetas de chapas de madera y de hierro oxidado el ladrillo va ganando terreno, y con él los servicios básicos.

El bum de la construcción

Ese cambio de costumbres tiene mucho que ver con el bum de la construcción porque, por lo general, los poblados se levantaron en las inmediaciones de las ciudades hace decenios y, en los últimos años, el alto valor del suelo ha obligado a la Administración y a los propietarios a articular fórmulas para recuperar esas extensiones sin encrespar a los residentes. El sistema que se está empleando es la oferta de viviendas sociales, que no está exento de dificultades, ya que es necesario adaptar a una nueva forma de vida a personas que nacieron, crecieron e incluso envejecieron en hogares precarios.

Por tratarse de sectores socialmente marginados, los medios de vida de estos colectivos están muy limitados, ya que, como les ocurre para acceder a una vivienda digna, su incorporación al mundo del trabajo por cuenta ajena se encuentra con la dificultad añadida de que tienen que demostrar no solo aptitudes, sino también actitudes, de ahí que la gran mayoría de los integrantes de estas etnias se hayan visto obligados a optar por operar como autónomos y en actividades de las que, por lo general, huyen aquellos que se consideran ciudadanos de primera.

El mundo de la chatarra, la venta ambulante, en la que domina la de ropa y calzado en los mercadillos, y las atracciones de feria dan empleo a buena parte de las personas que residen en los barrios marginales de Galicia, que complementan con ocupaciones temporales en la construcción, la estiba portuaria y otros sectores que precisan trabajadores para afrontar actividades esporádicas.

Dadas las limitaciones que los colectivos étnicos tienen para incorporarse al mundo laboral, algunos se ven obligados a recurrir a actividades ilícitas, aunque dirigentes de estos grupos aseguran que son la excepción y que ocurre lo mismo con los payos en iguales condiciones de necesidad. La más blanda quizás sea el furtivismo, y las duras pasan por la delincuencia.

Rehabilitación complicada

A pesar de la fama que tienen los poblados de centros de distribución de estupefacientes, no hay constancia de que fueran detenidos miembros de la etnia gitana en las grandes operaciones policiales realizadas contra las mafias gallegas. El menudeo de subsistencia es dominante y las toxicomanías no entienden de razas, si acaso son más terribles entre los integrantes de estos grupos a los que entrar en un sistema de rehabilitación se les hace más complicado por los prejuicios propios y ajenos.

Fuentes de estas colectividades recuerdan que, en sus casos, la droga no solo mata a sus hijos, sino que también dificulta la integración social de sus miembros, como se puede comprobar en el caso reciente de Vilarchán.