Dos mil años de memoria colectiva a través de Cortegada

GALICIA

Ultimada su expropiación, la isla arousana desvela sus secretos a todos los gallegos

09 sep 2007 . Actualizado a las 02:19 h.

De los cuatro archipiélagos que conforman el parque nacional Illas Atlánticas, el de Cortegada es el más próximo a tierra. Y, como tal, el más accesible de todos ellos. Pese a esta circunstancia, las islas de Carril constituyen, probablemente, el terreno menos conocido para la gran mayoría de los gallegos, cuyas grandes referencias son Cíes, Ons y, como mucho y en menor medida, Sálvora.

La explicación a esta paradoja debe buscarse en el tupido velo que sobre ella extendió su desalojo y donación a la Casa Real para la construcción de un palacio de verano que jamás se hizo realidad, hace ya 97 años. Abandonada a su suerte, la vegetación fue tomando a lo largo del siglo XX las 43,8 hectáreas que emergen de la ría. Se generó, así, la joya de la corona de Cortegada, un bosque de laurel de 2,5 hectáreas de superficie que pasa por ser el mejor conservado de la Europa atlántica. Pero también masas importantes de carballos y salgueiros, umbríos pinares sobre sus playas y una colonia única formada por 45 especies diferentes de hongos.

Bajo este bosque en crecimiento encontraron abrigo anfibios y reptiles como el lagarto arnal, el mayor que habita en el continente europeo, grandes aves como la garza real, depredadoras del tipo de la lechuza o el azor, y pequeños mamíferos.

La expropiación del archipiélago -formado por Malveira Grande, Malveira Chica y el islote de Briñas, además de la propia Cortegada- que la Xunta culminó el pasado fin de semana pone ahora a disposición de todos los gallegos los secretos de un espacio rico no sólo en valores naturales, sino también en profundidad histórica y etnográfica. No en vano, la antigua aldea y la organización agraria y funcional de la isla, perfectamente conservada bajo el manto vegetal, constituyen un auténtico fósil de lo que fue el hábitat tradicional de las rías, imposible de recrear en ningún otro punto del litoral galaico.

Consolidación de las ruinas

En la zona sur, la más abrigada, se levantan los restos de una quincena de casas mariñeiras con sus construcciones complementarias, hórreos, cuadras y hornos de pan. La intención inicial de Illas Atlánticas pasa, no por reconstruir el poblado, sino por consolidar las ruinas, entre las que crece un verdadero bosque, intentando respetar al máximo su estado actual.

La organización territorial es, básicamente, la misma que existía en 1910, cuando 16 familias habitaban todavía la aldea: un total de 1.204 fincas (pertenecían a unos 211 propietarios) y 63.754 metros de caminos, senderos y corredoiras. Esta red viaria peculiar es, junto a la rica toponimia, uno de sus valores culturales más sobresalientes.

Como edificaciones de mayor porte cabe destacar la capilla de Santa María de Cortegada, cuya existencia puede rastrearse hasta 1334, y el Hospitalillo de Carril, una fonda situada junto a la ermita cuya función probablemente se asociaba a las romerías. Sus restos más antiguos datan de 1652. Fue reparado por última vez en el siglo XVIII.

Otro elemento singular es el viejo muelle, un ejemplo único en Galicia. Es el mejor vestigio de la vocación mariñeira de una población cuya huella se remonta al menos hasta el siglo I, cuando el naturalista romano Plinio el Viejo la incorporó a la historia como Corticata en su descripción del noroeste peninsular. Pura memoria colectiva.