La comunidad islámica de Ferrolterra es todavía tan pequeña que los pocos musulmanes que viven en la ciudad se ven obligados a trasladarse a Arteixo para celebrar sus ceremonias religiosas o para adquirir la comida halal, que es la alimentación permitida por la sharia o ley islámica. De hecho, la urbe naval es la única de las siete ciudades gallegas que no tiene mezquita -la primera abrió sus puertas en Santiago, a mediados de la década de los setenta- y en la comarca no hay ninguna tienda especializada en comida halal. «Se puede comprar algo en Alcampo, pero es muy caro, y también, a veces, en el mercadillo de Santa Cecilia, donde hay un puesto de un vendedor que viene de Arteixo», apunta un marroquí residente en Ferrol.
Esta escasa presencia de musulmanes en la ciudad explica que todavía resulte extraño cruzarse con una mujer con velo por la calle. O ver cómo una niña entra en un colegio con un pañuelo ceñido a la cabeza. Mientras el debate sigue en la calle, algunos advierten de lo «peligroso» que podría resultar poner límites a la forma de vestir de los alumnos. «¿Qué pasaría si prohibiésemos que un niño católico llevase un crucifijo colgado del cuello?», reflexiona Maravillas Beceiro.