En el corazón del megabuque de los 1.200 habitáculos

Beatriz García Couce
Beatriz Couce FERROL/LA VOZ.

FERROL

Navantia ultima el «Juan Carlos I», que cuenta con garajes, hospital y gimnasio

22 sep 2010 . Actualizado a las 16:39 h.

«No existe un barco como este en ninguna Marina del mundo, con tanta flexibilidad y manejado por tan poca dotación». Es el Juan Carlos I , el buque más grande de la flota militar española, al que se refirió ayer su comandante, Andrés Breijo, a punto de terminar las pruebas de mar previas a su entrega a la Armada, un gigante naval que ha sido construido en los últimos cinco años en los astilleros de Navantia en la ría de Ferrol.

Todo en el Juan Carlos I es superlativo. En la construcción del navío, que tiene una eslora (largo) superior a dos campos de fútbol unidos, en concreto de 230 metros, y una manga (ancho) de 32, han trabajado 4.000 personas, que han consumido 6,5 millones de horas en la producción y otras 850.000 en ingeniería y diseño del proyecto.

El barco está configurado para poder intervenir en cuatro tipos de misiones diferentes, lo que requiere una gran versatilidad en sus instalaciones y confiere a la Marina española unas capacidades hasta el momento inéditas en la fuerza naval nacional. Así, aunque su tripulación no llegará a las 250 personas, está preparado para realizar operaciones anfibias con el desembarco de 900 infantes y todo tipo de apoyo logístico, como combustible, redes de comunicaciones y tiendas de campaña. Además, está configurado para la proyección de fuerzas, para acercar a las zonas en conflicto tanques Leopard y helicópteros tipo Chinook , para sustituir al portaviones Príncipe de Asturias en el supuesto de que fuese necesario y para desarrollar operaciones de ayuda humanitaria y de asistencia a damnificados por desastres naturales.

Por ello, en sus 1.200 habitáculos, además de las estancias específicas de todo buque militar, como el puente de mando, o las salas de control, se encuentran amplios hangares que, una vez que entre en operación, albergarán aviones y helicópteros, tanques y lanchas de desembarco. «Tiene una gran autonomía, ya que puede cruzar el Atlántico sin repostar y dar la vuelta al mundo solo haciendo una escala», explica Manuel Bermúdez de Castro, jefe de buque de los navíos tipo LHD, entre los que se encuentra el Juan Carlos I y también los dos gemelos que ya está construyendo Navantia para la Marina de Australia.

Moverse en el interior del megabuque -entre el mar y la cubierta distan 25 metros de altura- obliga a subir y bajar cientos de peldaños de empinadas escaleras, que dan acceso a los amplios garajes, a las habitaciones -dispuestas para dar cobijo a las 1.400 personas que podrían ir a bordo en caso de necesidad-, a las salas para el esparcimiento, entre las que no falta un amplio gimnasio, y también a las de control del buque y de todos sus sistemas. Un moderno hospital con enfermería, quirófano y hasta sala de dentista completan las instalaciones sanitarias del navío.

El Juan Carlos I es un prototipo casi cien por cien de diseño nacional, en el que Navantia ha superado el reto, no exento de dificultades, de colocar en un barco militar de esta envergadura un sistema de propulsión totalmente eléctrico, habitualmente empleado en plataformas como las célebres Discoverer construidas en la antigua Astano, pero prácticamente sin uso en los barcos militares. El astillero prevé tener listo en tres semanas el barco para su entrega.