Una saga vinculada a la pólvora

TEXTO Luís A. Núñez FOTO Ángel Manso

FERROL

Los Millarengo regentan una de las pirotécnicas más antiguas de Galicia, fundada en 1873 en Neda y transmitida a cinco generaciones distintas

22 feb 2010 . Actualizado a las 13:11 h.

«Es cuestión de acostumbrarse», explica el mayor de esta saga de pirotécnicos de Neda, los Millarengo. Pues pasar varias horas al día rodeados de pólvora y otros componentes explosivos no es una tarea fácil porque, añade el profesional, «nos preocupamos mucho de la seguridad de los demás, pero no tanto de la nuestra». Aún así, el oficio no es tan arriesgado como años atrás. Y es que la pirotécnica Millarengo tiene más de un siglo de historia.

«La fundó mi bisabuelo en 1873, pero ya mi tatarabuelo era pirotécnico en Doroña». El precursor, Ramón, transmitió sus conocimientos a su hijo Manuel. Y desde este, todos los primogénitos compartieron su nombre y también su profesión para «seguir la tradición».

No hay una fórmula definida para fabricar un cohete. «Cada maestrillo tiene su librillo», apunta el cuarto Manuel de la saga familiar, actual regente de la empresa. No hay escuelas para aprender el oficio, sino que se transmite entre generaciones «desde pequeño, porque vas a los talleres y miras lo que hacen y como prueban», señala. Poco a poco, los jóvenes de la familia se van empapando en la técnica y nace un nuevo profesional.

Con 25 años, el quinto Manuel, hijo mayor de los Millarengo, colabora con su padre y con su hermano menor «cuando está de vacaciones». Pero, aunque «le pica el gusanillo», señala su padre, ha encontrado otra orientación profesional distinta. Eso sí, le ha dado tres nietos al patriarca, y uno de ellos, como no podía ser menos, es el sexto Manuel de la dinastía. La continuidad de la tradición está asegurada. Y Alberto, el hijo menor, se mantiene al pie del cañón porque «me gusta ir con mi padre» a las fiestas para hacer ruido.

Pese a todo, Manuel no mostraría la más mínima oposición a que su hijo eligiera cualquier otro camino profesional. «Si estudiase una carrera, por un lado me gustaría, porque tendría una vida más cómoda; pero también me gustaría que se siguiese la tradición; tengo sentimientos encontrados», argumenta.

El trabajo de pirotécnico es «más duro de lo que se piensa». Manuel recuerda sus primeros años en el taller con su padre: «Pasábamos todo el día dando golpes con un mazo de tres kilos para compactar la pólvora; ahora eso lo hace una máquina más rápido, mejor y no llegamos a casa tan cansados». Aún así, a pesar de todas las penurias, «no lo cambiaría por nada, porque no sé hacer otra cosa».

Combinación explosiva

No es solo estruendo lo que se cocina en el taller de los Millarengo, en el monte nedense de Anca. Como buenos artesanos que son, nunca desvelan sus recetas, pero explican que «no es solo pólvora» lo que estalla en el cielo. Es una combinación química con la que estos artistas pueden reproducir casi cualquier forma y en casi cualquier color.

Millarengo trabaja principalmente en Galicia, León y Asturias; aunque también envía algunas de sus obras a Valencia. «Son más de cantidad», describe a los de esta última comunidad. Y es que las tracas levantinas son sobradamente conocidas. Eso sí, «cuando quieren algo más complicado vienen a Galicia a buscarlo», apunta Manuel con orgullo.

Sobre gustos no hay nada escrito en materia de fuegos de artificio. Y en la comarca «hay tradición de ver quién bombardea más». Para los pirotécnicos no hay mejor satisfacción que «ver que a la gente le gusta lo que te lleva una semana hacerlo para quemarlo en media hora».

Millarengo solo critica el cambio social de los últimos años: «La gente era antes más formal; nos dábamos la mano y no hacía falta firmar ningún contrato». Ahora, «hay administraciones que tardan años en pagar» porque los fuegos «siempre quedan para el final -lamenta-; primero contratan las orquestas, después las luces y lo que sobre para los fuegos».