Clínicas privadas temen que los casos de intrusismo dañen la imagen del sector

FERROL

El colectivo culpa al colegio profesional de no actuar con suficiente celo y pide un mayor control

10 ago 2009 . Actualizado a las 10:15 h.

Los recientes casos de intrusismo profesional en el campo de la medicina que han salido a la luz han desatado no solo la sorpresa, sino también la indignación entre el colectivo médico ferrolano de la sanidad privada. Facultativos que ejercen en distintas clínicas de la ciudad creen que la existencia de falsos médicos mina la imagen de la labor de quienes la realizan dentro de la legalidad y exigen más medidas de control.

«Tiene que ser el Colegio de Médicos el que actúe de oficio, y no solo cuando hay denuncias, porque se está perjudicando y desprestigiando la profesión», señala un facultativo ferrolano que prefiere mantener el anonimato. «¿Quién no sabía en Ferrol que Coté ejercía sin tener ni siquiera el título de Bachillerato?», se pregunta. Y asegura que, como el suyo, hay muchos otros casos en la ciudad. «Existe una organización colegial que malamente está velando por nuestros intereses, porque somos los propios colegiados los que nos vemos afectados. Ahora la gente va a desconfiar», asegura.

Sin embargo, ni él ni ninguno de los médicos consultados han detectado que el caso Coté ni el del falso médico de Vimianzo hayan repercutido en la afluencia de pacientes.

El cirujano José Viñas, director de la Policlínica Sol, comparte la misma visión. «No sé por qué no se actúa hasta que no hay una alarma social o una denuncia por fuera». «Para nosotros es negativo. Aquí nunca nos ha pasado, pero la gente llegará a plantearse si quien le atiende está o no cualificado», añade.

Indignados

Pedro Gil dirige desde hace casi dos décadas la Clínica del Dolor y Rehabilitación. Dice encontrarse «completamente indignado» con los últimos casos, aunque los distingue: «Una cosa es una suplantación, como lo de Vimianzo, y otra cosa es el delito», señala en referencia al caso del ferrolano Coté. Dice que su negocio creció de forma paralela en el tiempo al de José Manuel López Pérez Coté, «pero yo no tengo ni siete ni ocho millones de euros».

La fidelidad de sus pacientes y su trayectoria lo blindan contra las posibles consecuencias que se pudiesen derivar de los falsos médicos, pero no aplacan su enfado.

En su clínica trabaja en tratamiento del dolor del aparato locomotor con medicina tradicional. Dos fisioterapeutas completan el equipo y también comparten el enfado. Una de ellas, Noa Pérez Gil explica que cuando comenzó a trabajar recorrió muchas clínicas de la ciudad para ofrecer su currículum. «Estuve en muchas en las que se daban masajes sin que hubiese ni un médico ni un fisioterapeuta», dice. También en la de Coté. «Fui para ver cómo era, y después de estar allí y leer lo que ponía en la tarjeta, que era médico, abogado y no sé cuantas cosas más, la envié al Colegio de Fisioterapeutas para que denunciara». Pero es ella la que denuncia: «Sanidad no va a ninguna clínica del mundo a pedir los títulos oficiales para que sea justo para todos. Esto repercute en los pacientes y también en nosotros, porque nos quitan trabajo».

Los médicos consultados recuerdan todos los papeles que tuvieron que aportar para abrir sus consultas. Carlos Brage Rodríguez, que dirige la clínica que lleva su nombre, discrepa y niega que la repercusión sobre el prestigio y la imagen de la medicina privada vaya a quedar dañada. Considera que son casos «puntuales» y que es fácilmente comprobable con una llamada saber si un profesional está o no colegiado. «El problema no son las clínicas que están dadas de alta, sino las que no lo están», asevera.