«Las palomas son el símbolo de la paz, pero a mí me desquician»

Luís A. Núñez

FERROL

Una panadera de San Xoán sufre desde hace un año el acoso de las aves que anidan en una casa en ruinas junto a su negocio; Sanidad se le echa encima y no sabe cómo atajar el problema

27 abr 2009 . Actualizado a las 14:22 h.

Son las cinco y media de la mañana. Como cada día, Luz María García se dirige a su negocio de la carretera de Castilla. Regenta la panadería-cafetería O Millo, en San Xoán. A esa hora le espera en la puerta un vecino con cara de pocos amigos. «Estaba cubierto» de deposiciones. Los clientes no son los únicos que se apostan en su negocio a diario, y ese es el problema. Una bandada de palomas decidió anidar hace un año en un edificio en ruinas contiguo y, desde entonces, hacen la vida imposible a esta comerciante y a quienes acuden a su tienda.

Luz María muestra con indignación el toldo con el que da sombra a un escaparate lleno de pastas y dulces. Las palomas se pasean sobre él arriba y abajo. Eligen la ubicación adecuada, y disparan.

«Un día estaba limpiando la cristalera, aún no había terminado y ya estaban otra vez», sentencia disgustada la panadera. Y esa misma escena se repite día tras día. «Incluso delante de la inspectora de Sanidad», señala. En el último año, Luz María ha recibido dos apercibimientos de ese departamento público. Manifiesta que las notificaciones llegan «con toda la razón del mundo»; y señala que la misma inspectora reconoce «que no es un problema nuestro». Pero podría suponer el cierre del negocio.

El inmueble situado junto a la panadería está cubierto por una tela publicitaria que tapa toda la fachada. Pero los laterales están abiertos y la comerciante dice que es por ahí por donde se cuelan las palomas. «Claro, están protegidas del frío y anidan dentro», agrega.

Deposiciones en la acera

Justo debajo, se aprecia una importante acumulación de deposiciones que, relata la panadera, ha dado más de un susto a algún que otro paseante. «Ya cayeron varias señoras que no se dieron cuenta y resbalaron», explica.

Pero eso no es todo. Bien conocida es la afición de esas aves al pan. «No pudieron escoger un sitio mejor», señala la propietaria, y a menudo «se cuelan» en su panadería. «Una vez tuve que sacarlas del escaparate», relata. En otras ocasiones, tiene que ir a buscarlas al baño, al fondo del local. Y es que las vecinas de la panadería O Millo aprovechan cualquier descuido para hacer de las suyas.

«Hasta nos vacilan», apunta Luz María, «porque cuando cerramos el toldo se ponen a caminar por él a medida que se recoge». Dice sentirse impotente ante un problema que le supera: «Me gustan los animales y sé que las palomas son el símbolo de la paz, pero a mí me desquician».

La panadera pide que el departamento de Medio Ambiente del Concello tome cartas en el asunto. «Nos dicen que ahora vienen y luego nada», cuenta. Y es que la misma inspectora sanitaria que visita su establecimiento, dice, ha ido a denunciar la situación al Ayuntamiento.

Pero las palomas siguen campando a sus anchas y eso, sentencia la dueña, «nos está perjudicando la vida». Aunque bromea, «solo nos queda ponerles nombre como si fueran de casa».

Ratas y humedades

Señala que las aves no son el único problema. «También los vecinos tienen que pintar las paredes cada dos por tres porque les entra humedad», dice. Y hace meses, antes de que se tapiase la parte baja del inmueble con unos paneles, «salían unas ratas enormes» de las ruinas.

La solución, sostiene, es sencilla: «Que tapen toda la fachada para que no se cuelen las palomas».