El miembro más joven del cuerpo local destaca el esfuerzo «casi inhumano» del equipo en la noche del temporal
12 feb 2009 . Actualizado a las 12:20 h.«Quería dejar claro que yo solo soy un portavoz de mis compañeros... Es más, ese día [el del Klaus ] fui de los que menos trabajé por culpa del golpe», explica Alejandro Fernández Carballeira al terminar la entrevista. A sus 27 años es el bombero más joven de Ferrol, aunque ya lleva seis en el cuerpo. Resultó herido durante la noche del temporal, pero insiste en destacar el trabajo y el esfuerzo «casi inhumano» de sus compañeros bomberos.
-Terminamos destrozados. Hicimos más de 70 intervenciones por la noche y a las ocho de la mañana [del día 24], a la hora del relevo, algunos no podían mover los brazos o abrir las manos por el esfuerzo. Fueron días fastidiados.
-¿Pensaron que el temporal iba a ser tan fuerte?
-Nos dimos cuenta a las nueve de la noche. Abrimos las puertas del parque y entró una ventolera increíble, de huracán, ¿sabes? Ahí nos miramos unos a otros porque nos dimos cuenta de que iba a ser complicado.
-¿Cómo se hirió?
-Volvíamos de un servicio en Caranza y en As Telleiras nos encontramos con varias planchas metálicas, de obra, que volaban por la calzada mientras pasaban los coches. Decidimos retirarlas de inmediato, porque era muy peligroso.
-Le golpeó una, claro.
-Una, pero dos veces. Primero nos dio en la espalda a mí y a mi cabo, que luego siguió trabajando toda la noche. Pero otra ráfaga hizo que después, al intentar agarrarla, me golpease en la cara. Me dio en la nariz, en el pómulo y en el labio. Vi sangre y que el cabo me miraba asustado. Me preguntó si estaba bien, si estaba consciente. Con el susto pensé que me había destrozado la cara. Me llevaron al Juan Cardona, pero por el camino tuvimos que parar a quitar un árbol atravesado en la avenida Castelao. Al final todo quedó en una fisura del tabique nasal.
-Y siguió trabajando.
-Sí, volvimos al parque y nadie me podía llevar a casa, así que me quedé. Pero no aguantaba porque todos lo compañeros estaban en la calle sin parar. Había cientos de alarmas y tuvimos que priorizar las más urgentes. Creo que en general lo hicimos bastante bien. A las tres de la mañana solo quedaba otro compañero libre y llamaron porque un árbol había caído sobre un coche que circulaba por Canido.
-Salieron para allí.
-Claro, fuimos los dos en un todoterreno. Podía haber gente en peligro, pero luego resultó que el accidente no existía. Me quedé trabajando el resto de la noche, pero más en trabajos de apoyo, en segunda línea.
-¿Las ha pasado peores?
-Sí, sí, desde luego. Los incendios son mucho más peligrosos, con diferencia. Recuerdo uno en una panadería. Bajamos al sótano y no vimos dos botellas de acetileno que estaban ardiendo por el calor. Nos avisaron unos compañeros. Menos mal que no pasó nada. Lo peor son los accidentes de coche. Son muy impactantes. He sacado de coches a conocidos a los que no reconocí por la sangre. Pero también es un trabajo agradecido, que te deja ayudar a los demás y salvar vidas.
-Les llaman para todo, habrá visto muchas cosas raras.
-De todo, y eso que llevo poco tiempo. Entramos en muchas casas, y es increíble las cosas que guarda la gente.