«Salvar una vida da tanta satisfacción que te quedas metido en el negocio»

Francisco Varela

FERROL

22 nov 2007 . Actualizado a las 02:00 h.

A Juan Abeledo Romeo le acaban de hacer un homenaje los vecinos de Doniños en reconocimiento de su labor altruista como socorrista voluntario, durante muchos años, en la playa de Outeiro. Nació en 1916 en Vilarmaior, pero desde los cuatro años vive en Ferrol. Trabajó de ajustador montador en Bazán hasta que pasó a una oficina. Ahora, cada mañana, se le ve feliz, con la mochila a la espalda, camino de la piscina de Batallones.

-¿Cómo fueron aquellos años primeros de socorrista?

-Desde que me casé, en 1946, voy a la playa a Doniños. La verdad es que me metí en el socorrismo sin quererlo. Salvé la vida un día a una persona y, creo que le pasa a todo el mundo, es una satisfacción tan grande que ya te quedas metido en el negocio.

-¿A cuántas personas ha salvado de morirse ahogadas?

-No lo sé (responde con modestia), no fui yo solo, otra gente me ayudaba porque no había una estructura de salvamento como ahora. Yo sí, montaba la tienda con el distintivo pero, repito, fue una labor de más personas, no sólo mía.

-Haga la cuenta.

-Unas treinta o cuarenta personas, a todas salvamos de morir ahogadas.

-¿Fue usted también un buen surfista cuando nadie subía a una tabla?

-Sí, eran los años 70. Ví a mi hijo Juan con otros amigos que se iniciaban en A Coruña, donde estaba estudiando, y le dije: y yo qué, qué pasa. Me trajo una tabla y aunque tenía ya 60 años me puse manos a la obra e hice surf hasta los 80, a mi manera. Era el abuelete del grupo de chicos que empezaban en Doniños. Recuerdo que en la playa, al principio, andaba una chica y yo solos en las tablas; por cierto que aún conservo aquella primera tabla.

-¿Todavía hace baños de mar?

-En la playa, cuando la temperatura del agua me lo permite. Sí sigo yendo a nadar a la piscina porque tengo claro que si me siento en el sillón me atrofio. Padezco artrosis pero creo que mientras me mantenga en movimiento seguiré haciendo lo que pueda.

-¿Fue también un buen corredor?

-Hasta los ochenta y cinco años corrí por el campo, a mi ritmo claro, no como cuando tenía sesenta años.