Las faraónicas fortificaciones costeras levantadas entre 1928 y 1936 para proteger la ciudad y su base naval languidecen arruinadas y convertidas en un vertedero
29 jul 2007 . Actualizado a las 02:00 h.FERROL | No ha hecho falta ningún enemigo para dejar arruinado el segundo San Felipe de Ferrol. Se trata de las baterías de costa emplazadas durante la dictadura de Primo de Rivera en cuatro puntos (Campelo, Cabo Prior, San Pedro y Prioriño) y cuyo principal objetivo era defender la importante base naval emplazada en la ciudad. En la actualidad sólo sobreviven las armas del monte de San Pedro, ubicadas en A Coruña; las otras tres yacen abandonadas y sufren un veloz deterioro que en unos cuantos años parece capaz de terminar con lo que queda.
Esa rápida degeneración contrasta con las las largas obras faraónicas que fueron necesarias para levantar las baterías. Los trabajos empezaron en 1928 y terminaron hacia 1936. En aquellos años, la revolución armamentística derivada del auge industrial había dejado obsoletas las venerables fortificaciones ilustradas de San Felipe y La Palma. Los acorazados de la época podían bombardear ambos castillos desde decenas de kilómetros de distancia, sin temor a un contraataque.
Para evitarlo, el Gobierno decidió crear las cuatro baterías citadas, además de otras similares en Cartagena y Mahón. En cada una se emplazarían dos cañones Vickers Armstrong de 38,1 centímetros de calibre modelo 1926. Unas armas capaces de lanzar un proyectil perforante de 885 kilogramos a unos 35 kilómetros de distancia. Es decir, capaces de destripar un buque de guerra de la época.
Alrededor de esos cañones surgieron grandes complejos militares destinados a protegerlos, mantenerlos y utilizarlos. En Prioriño, la batería más próxima al casco urbano de Ferrol, todavía se aprecian todos esos trabajos. Los cañones fueron retirados en 1997, igual que en Cabo Prior. Aunque resulte increíble, las enormes piezas artilleras, dignas de museo, fueron convertidas en chatarra. Las de Campelo se salvaron, ya que fueron trasladadas a finales de los 40 a Gibraltar. Como las del coruñés monte de San Pedro, que siguen en su sitio.
Túneles y búnkeres
Queda sin embargo mucho que ver en Prioriño. Siguen estando los emplazamientos de los cañones. Enormes cilindros excavados en el suelo en los que se aprecian los anillos metálicos sobre los que giraba el artefacto. Permanecen ahí los huecos por los que un sistema de elevadores hacía subir los proyectiles desde los almacenes enterrados hasta las armas. También siguen los emplazamientos de armas antiaéreas, los búnkeres de observación camuflados con simulacros de piedra y un complicado y muy peligroso, por culpa del abandono, sistema de túneles, que conecta unos puntos con otros. Además de las instalaciones militares, desde la altura del Monte Ventoso se tienen unas vistas de Doniños y de la entrada de la ría sencillamente magníficas, imposibles de obtener desde otros lugares.
Todo está en ruinas, incluyendo los barracones de los soldados y la majestuosa estación meteorológica de Monte Ventoso, llena de pintadas e invadida por la basura y la maleza como casi todo lo demás. Los antiguos emplazamientos de los Vickers están llenos de colchones, ropa sucia y otros desperdicios. Bajar a los túneles es impensable por peligroso; hasta es fácil accidentarse en la superficie, ya que no hay ni una indicación y la maleza oculta baches y huecos de bastante profundidad.
Incluso el trayecto hasta allí es incómodo. Las carreteras de la zona están destrozadas y, como es habitual, no existe ni una sola señal que indique la existencia de las instalaciones. No deja de ser paradójico, unas fortificaciones militares destinadas a defender la ría, como el también maltratado San Felipe, aunque con 200 años menos encima, son víctimas de un abandono absoluto. Quizá haya que esperar dos siglos para que igualen la antigüedad actual del castillo y se redescubra su valor histórico. Aunque de seguir el actual ritmo de degradación para entonces ya no quedará nada de las baterías de Prioriño.