Un exsocio de Noos revela que Urdangarin intermedió en la 32.ª Copa América de Vela

m. s.-p. madrid / colpisa

ESPAÑA

La Policía Judicial aún no sabe cuál fue el montante de aquella gestión, pero ya tiene en su poder la confesión de Juan Pablo Molinero

30 nov 2011 . Actualizado a las 13:56 h.

Un exsocio de Noos reveló que Iñaki Urdangarin y su fundación intermediaron para que Valencia se convirtiera en el 2007 en sede de la 32.ª Copa América de Vela. La Policía Judicial aún no sabe cuál fue el montante de aquella gestión, pero ya tiene en su poder la confesión de Juan Pablo Molinero, una de las personas que figuran como investigadas en el caso Babel y hombre de confianza en el instituto que presidía el duque de Palma.

Molinero, al que se vinculaba con el patrocinio del equipo ciclista Illes Balears, relató que la fundación, lejos del altruismo, trabajaba para grandes empresas, como Telefónica o Aceralia. La policía conoció estas revelaciones de forma casual tras hacerse con un cuestionario que Molinero, como director de márketing de Movistar Team, respondió voluntariamente a una plataforma de patrocinio deportivo, sobre su trayectoria y su paso por Noos, instituto al que llegó por petición del yerno del rey. «Me llamó Iñaki, que era amigo mío, y me insistió en lo de Noos, que por aquel entonces se montaba. Me dijo que le tenía que echar una mano y allí nos marchamos». Según Molinero, uno de sus primeros trabajos fue mediar para que la America?s Cup viniera a España. «Una de las cosas que hacemos es negociar con ACM [America?s Cup Management, organizadores del evento] el contrato». «Y el tema, ¿cuál fue? Pues que la ciudad firma con ACM y ellos piensan: ??Todo el tinglado es mío, págame y hasta luego??. Y yo digo: ??¡Un momento! Uno como ciudad tendrá derecho a tener algo??. Ahí fue donde participábamos con Valencia», confiesa abiertamente Molinero.

La Generalitat negó ayer que Urdangarin, Noos o Molinero tuvieran nada que ver con la copa de vela, que, sostiene, se logró por la labor del Club Náutico.

Molinero recuerda «un caso muy bonito», cuando el instituto trabajó para Aceralia, diseñando un software para espantar peticiones de patrocino que le llegaban desde los «pequeños pueblos», a modo de «impuesto revolucionario», por las molestias que pudieran generar sus factorías. «Era una herramienta perfecta para Aceralia. No te puedo dar el dinero porque el programa me dice no. Funcionó fantásticamente bien», se jacta.