Viri Fernández aparca por ahora su carrera para dar aliento a su marido
23 nov 2011 . Actualizado a las 06:00 h.No es Carla Bruni. Ni falta que hace. No haber sido portada del Vogue no la impide ser modelo. Su imagen es atractiva, su mirada profunda y clara y, sobre todo, se muestra modélica como mujer, hija, esposa, madre y profesional. ¿Qué más se le podría pedir a la próxima inquilina de la Moncloa?
Dicen que es la corrección al extremo. Que es demasiado sencilla y sobria. Pero no calzar zapatos de élite ni embutir su fina figura en modelos de alta costura casa bien con la crisis que nos asfixia. Hacer patria con la moda, sí, pero con la austeridad que preconiza su mesurada costilla. Lo contrario sería una frivolidad en la que es poco probable que caiga. Si, además, es capaz de mantener su criterio, de saber escuchar, de situarse en un segundo plano sin apropiarse de protagonismos ajenos y sin hacerse invisible, la ecuación se despeja y el resultado es Elvira Fernández Balboa, Viri.
Nació en Pontevedra, el 27 de abril de 1965, en esa época de desarrollismo que iba a situar en el mapa nacional de la industrialización a pequeñas provincias como la suya. Pero de momento, su padre, Manuel, tuvo que emigrar tres años a Venezuela antes de volver a Galicia y asociarse con sus hermanos en una conocida empresa de construcción y saneamiento.
Su infancia transcurrió en Pontevedra con la misma normalidad que la de cualquier otra niña de clase media de la época. «Somos una familia normal, muy piña, muy gallega, muy matriarcal: todos alrededor de mi madre», reconoce Viri Fernández, la mayor de tres hermanos, Ana y Manuel. Fue al colegio de monjas más emblemático de la ciudad: las Doroteas, pero el Príncipe Felipe y el Instituto Valle-Inclán serían el último puente hacia la Universidade de Santiago, donde se licenció en Ciencias Económicas y Empresariales.
«Entonces estaba acabando la carrera», cuenta Mariano Rajoy en sus memorias cuando recuerda el momento en que se conocieron, en 1992. Aquel momento mágico en el que entraría en su vida una mujer con carácter y criterio y que no se dejaba impresionar fácilmente, sucedió en el pub Universo de Pontevedra, donde les presentó Luis Rajoy, el hermano notario del próximo presidente. El año de los mundiales y de la Expo de Sevilla iba a cambiar la vida a la hija de Viri Balboa y de Manuel Fernández (fallecido en el 2002), con quien la futura segunda dama del país se identifica plenamente. «Me parezco muchísimo a él, tengo sus mismas virtudes y sus mismos defectos, era muy especial para mí», reflexiona.
Era el secreto mejor guardado de Rajoy hasta que apareció en el balcón de la calle Génova, hace casi cuatro años, como el bálsamo de su marido, que aquella noche de marzo no pudo convertirse en el quinto presidente de la democracia . Hasta entonces era desconocida para la gran mayoría del gran público. Pero allí estaba ella, agarrada de su brazo. Y ahí sigue. Aunque reconoce que no le gusta la faceta pública de su marido, su aguante es estoico.
Ahora ya sale en los periódicos, tiene trascendencia mediática pero siempre a su sombra. Dice que no puede quejarse porque cuando se casó con él, el 28 de diciembre de 1996 en la capilla de A Toxa, él ya era ministro, de Administraciones Públicas. Era el día de los Santos Inocentes. Pero ella no fue ninguna inocentada. Al contrario.