La apelación del Rey a la unidad en las reformas divide a los partidos

Paula de las Heras MADRID/COLPISA.

ESPAÑA

Los grupos de izquierda critican que pida esfuerzos a todos por igual sin aludir a los responsables de la crisis

26 dic 2010 . Actualizado a las 02:00 h.

El discurso navideño de don Juan Carlos ha provocado este año una intensa controversia política. Su afirmación de que es preciso «proseguir y abordar juntos las reformas necesarias» para lograr el crecimiento fue interpretado por varias fuerzas políticas como un espaldarazo a la política económica de José Luis Rodríguez Zapatero. Así lo vio el PSOE, que se mostró ampliamente satisfecho con la, a su juicio, «defensa» del rumbo marcado desde la Moncloa. El PP, en cambio, matizó que «no puede responder a idea de reforma lo que se improvisa». Y las formaciones situadas a la izquierda del espectro político manifestaron su indignación ante el supuesto aval a la estrategia «neoliberal» diseñada por el Ejecutivo.

Ya en el 2008, el año en que estalló la crisis, apeló a la unidad de todas las fuerzas políticas y sociales para que juntos «tirasen del carro». Volvió a hacerlo el año pasado cuando, sin abandonar el tono institucional, leyó la cartilla al Gobierno y oposición por su incapacidad para llegar a acuerdos y reclamó a ambos «mucho sentido de Estado». La diferencia es que en esta ocasión no solo ha llamado a «resolver juntos, con eficacia y prontitud», los desequilibrios y deficiencias estructurales destapados por la pésima coyuntura económica. Además, aplaudió las «importantes decisiones» tomadas por los «poderes e instituciones públicas».

Entre las decisiones adoptadas por el Gobierno se incluyen el drástico recorte del gasto público (congelación de las pensiones, bajada del sueldo a los funcionarios y tijeretazo a las inversiones), la reforma del sistema financiero, la del mercado laboral y la futura reforma del sistema de pensiones. El Rey insistió en que es necesario que todos se impliquen en la modernización del modelo productivo, pero añadió que, además, deben cumplirse los «compromisos» adquiridos en el seno de la UE en materia presupuestaria y de déficit (el 6% para el 2011, desde el 11,1% del 2009).

«Hemos escuchado a un Rey pegado a su tiempo, a un Rey defensor del rumbo de España y de las reformas que estamos acometiendo para conseguir salir de la crisis con una sociedad más justa y cohesionada», se felicitó la portavoz de guardia del PSOE, Elena Valenciano. También el vicesecretario de comunicación del PP, Esteban González Pons, elogió sus palabras y aseguró que el monarca demuestra ser el Rey de todos los españoles «porque dijo exactamente aquello que, estamos convencidos, habrían dicho ellos si hubieran tenido la oportunidad de hablar en televisión». Ahora bien, añadió que la unidad en las reformas debe ser «la unidad del codo con codo, no de la comparsa», y arguyó, en demérito del trabajo del Ejecutivo, que no puede tildarse de reforma «lo que corresponde a la ocurrencia o al impulso».

Duran i Lleida, por CiU, reprochó a los dos partidos mayoritarios que no sean capaces de unir sus fuerzas para acometer las reformas estructurales precisas, pero del mismo modo reprochó a Zapatero que «siempre llega tarde» y que cuando al fin da el paso de abordar las modificaciones «no las acaba de hacer en la justa medida». El portavoz del PNV en el Congreso, Josu Erkoreka, entendió que el Rey recurrió a los «lugares comunes» para no entrar en el fondo del asunto: cuál es el «modelo de reparto de sacrificios». Pero tanto IU, como ERC, ICV, EA o el BNG, lo tienen claro. Todos ellos entendieron que el Rey prefirió obviar a los «responsables» de la situación -«especuladores, banqueros y poderosos»- y se limitó a pedir «esfuerzos» a todos por igual, sin tener en cuenta que los recortes «ya han perjudicado a los más débiles».