Aumentan las voces en el partido que aconsejan a Rajoy que deje de apoyar tanto al presidente valenciano, quien aún no ha digerido su pérdida de peso fuera de su tierra
06 sep 2009 . Actualizado a las 02:00 h.Fiesta mayor en la plaza de toros de Valencia con la cena de dos mil militantes populares arropando a Francisco Camps, el presidente valenciano que se libró de un proceso gracias a un magistrado «más que amigo», según su propia definición. Allí estaban Rajoy, Trillo, Soraya y otros dirigentes. Las crónicas hablan de euforia y de «adhesión inquebrantable», como se decía en el antiguo régimen, pero en la trastienda popular se aprecia ya un hartazgo de los autohomenajes promovidos por Camps.
Un alto dirigente popular confirma que le recomendaron a Mariano Rajoy no asistir al acto de Valencia porque «ha estado varias veces allí apoyando a Camps y ya vale». Pero en esa comunidad se juegan demasiados votos y el PP le saca veinte puntos a los socialistas valencianos, que no levantan cabeza.
Así que viajó Rajoy y dio por inaugurado el curso político en un terreno movedizo, porque en la mesa presidencial estaba también Carlos Fabra, el presidente de la Diputación de Castellón, que tiene varias cuentas pendientes con la Justicia. Con las expectativas cada vez más favorables que tiene el líder popular, en parte gracias a la crisis económica y a la inestimable contribución del Gobierno con sus desatinos, Valencia, por más votos que le aporte, no es el mejor escenario para presentar una alternativa seria y creíble.
¿Y por qué esa obsesión de Camps por darse baños de multitudes con tanta frecuencia? Una diputada autonómica del PP lo explica con claridad: «Camps no acaba de aceptar que el episodio de los trajes, aunque pueda reforzarlo en Valencia, le ha cortado el camino a la política nacional como futuro sucesor de Rajoy». El asunto era de cuantía menor, pero estéticamente deplorable y se presta a chanzas y especulaciones sobre lo que podría existir y no ha salido. Y lo peor: Camps cambió su versión varias veces en público. Él, sin embargo, cree que todo se olvidará y tendrá de nuevo opciones para alcanzar la presidencia del PP.
Otro dirigente popular confirma esa impresión y aporta un dato nuevo. La comparecencia de Camps en Madrid en el Foro Abc, cuando respondió en público «yo me pago mis trajes», lo que parece haberse desmentido en las investigaciones de la Policía Judicial, estaba apalabrada desde finales de enero y no pudo echarse atrás. Su cálculo, según este dirigente popular de toda solvencia, era presentarse en Madrid como alternativa a Rajoy dos semanas después de una posible derrota popular en Galicia el 1 de marzo. Pero las cosas fueron de otro modo: se recuperó la Xunta, el PP fue decisivo en el País Vasco y en medio surgió el escándalo de los trajes. En aquella comparecencia pública en Madrid, Camps dijo lo que dijo y así consta en su contra. Esto demuestra que en política el escenario puede descolocar a cualquiera en semanas o solo días.
Mientras tanto, enfrente, el Gobierno exhibe sus momentos de mayor descoordinación en la legislatura. Las correcciones de unos ministros a otros se suceden, aunque limitadas a los ministros que hablan. Hay otros -y otras- que parecen haberse pasado a la clandestinidad mediática. «Con lo que está haciendo Elena Espinosa por las rías gallegas -comenta un destacado cargo socialista- y no lo vende en absoluto. Así no funcionan las cosas. Es el problema de poner técnicos en lugar de políticos».
En esta primera semana de septiembre, los augurios sobre la dureza del otoño-invierno que vamos a vivir se van confirmando. Habrá más paro, la actividad inversora del Estado se limitará porque el déficit se dispara y en Cataluña, a cuenta de la sentencia por llegar del Tribunal Constitucional sobre el Estatuto, suenan tambores de guerra. Artur Mas se declara independentista a título personal, y Joan Laporta, que deportivamente tiene motivos para levitar, anuncia su participación en una manifestación independentista el 11 de septiembre. Lástima, porque el Barça, que es un fenómeno global y no solo local, no lo merece. Cuando se preside una institución plural o se dirige un partido político, el manido recurso de «lo hago a título personal» no tiene sentido.