La abstención convierte a la ultraderecha holandesa en la segunda fuerza del país

Juan Oliver

ESPAÑA

06 jun 2009 . Actualizado a las 02:00 h.

Los expertos y las encuestas llevaban semanas alertando de que el escaso interés que despiertan los comicios a la Eurocámara podrían nutrir peligrosamente el zurrón de las formaciones euroescépticas y antisistema, que defienden valores totalmente opuestos a los que representa la construcción europea. Y esos pronósticos empezaron a cumplirse ayer en los Países Bajos, que junto al Reino Unido fueron el primer país socio de la UE en abrir las urnas.

La elevadísima abstención de los holandeses, superior al 62,5%, ha aupado al Partido de la Libertad (PVV) del ultraderechista y antiislamista Geert Wilders a la condición de segunda fuerza más votada en un país que desde hace años muestra una preocupante apatía por los asuntos europeos, un evidente agotamiento del modelo de integración de la inmigración y un auge lento, pero escalonado y firme, de las formaciones racistas y xenófobas.

Embargo

A pesar del embargo hasta el domingo al que está obligado por las normas europeas, el Gobierno holandés hizo públicos ayer los resultados provisionales de las elecciones: el PVV habría obtenido cuatro escaños en la Eurocámara (hasta ahora no tenía representación) y más de un 15% de votos. Es decir, solo cuatro puntos por debajo de los democristianos del primer ministro Jean Peter Balkenende, que perderían dos de los siete euroescaños con que cuentan en la actualidad, y por encima de los liberales, que obtendrían tres, y de socialistas, ecologistas y otras formaciones, que se repartirían los otros trece asientos en juego. En algunas grandes ciudades, como Róterdam, el PVV sería además la fuerza más votada.

«Son unos resultados fantásticos que dan la razón a un pueblo que reclama otros Países Bajos y una Europea distinta», aseguró ayer un eufórico Wilders. Se presentaba de último en la candidatura, pero ha hecho campaña como si fuera el cabeza de lista y los resultados afianzan notablemente sus aspiraciones a lograr algún día la jefatura del Gobierno holandés.

El PVV centró su argumentario de campaña en las europeas en la lucha contra lo que Wilders, a quien sus compatriotas han apodado Mozart por la forma en que peina su melena plateada, denomina «aberración multicultural». «Defiendo la libertad, que creo que va a desaparecer como la nieve bajo el sol en poco tiempo si la ideología islámica sigue penetrando en este país», asegura, para justificar su propuesta de retirar el permiso de residencia y repatriar a todos los inmigrantes sin empleo de países musulmanes, y de impedir a toda costa el ingreso de Turquía en la Unión Europea. El año pasado, el líder del Partido de la Libertad dirigió un documental antiislamista de diecisiete minutos de duración en el que calificaba de fascista el Corán y lo comparaba con Mi lucha, de Adolf Hitler.

Sociedad tolerante

Wilders atribuye el éxito de su partido a la suposición de que él se atreve a decir «lo que piensan millones de personas». Y aunque los holandeses componen una sociedad mayoritariamente abierta, tolerante y respetuosa con las diferencias, su discurso populista está calando en parte de la ciudadanía, que empezó a cuestionar el modelo de integración tras el asesinato del cineasta Theo Van Gogh a manos de un islamista de origen marroquí.

Claro que su ascenso se apoya en la abstención de un país cada vez más euroescéptico, y que hace dos años apuntaló el ataúd de la Constitución Europea votando no al texto inmediatamente después de Francia. Según muchos analistas, los holandeses, fundadores de la Unión Europea, se han cansado de un modelo que les exige cuantiosas aportaciones pero apenas les reporta ayudas (son uno de los socios con mayor renta por habitante).