El etarra llevaba 100 gramos de hachís, lo que según Rubalcaba revela la doble moral de la banda

R.?G.

ESPAÑA

19 nov 2008 . Actualizado a las 02:00 h.

El ministro del Interior reveló ayer el hallazgo de 100 gramos de hachís en poder de Txeroki, lo que, en su opinión, evidencia la doble moral de ETA, una organización que dice combatir el narcotráfico con las armas -tiene en su macabro haber varios presuntos traficantes muertos- «con argumentos sobre la pureza de la juventud vasca», pero cuyo jefe operativo tenía, al parecer, la costumbre de fumarse «unos cuantos porros».

La banda terrorista desató campañas contra presuntos traficantes en las décadas de los ochenta y noventa, y al abrigo moral de esta acusación asesinó, entre otros, a Ángel Focal Souto en febrero de 1985 en la localidad guipuzcoana de Pasajes de San Juan; a José Antonio Santamaría, empresario y ex jugador de la Real Sociedad en enero de 1993 en San Sebastián, y su socio José Manuel Olarte, en julio del año siguiente, también en la capital guipuzcoana.

Pero incluso más tarde se amparó en el combate a los narcotraficantes para justificar atentados. Hace ocho años voló la discoteca Txitxarro, en el municipio guipuzcoano de Deba, regentada por la familia Korta. Un ataque que fue, según el comunicado divulgado en su momento por los terroristas, una «seria advertencia ante la red de narcotráfico que se extiende a lo largo y ancho de Euskal Herria». En ese mismo texto, ETA acusó a las fuerzas de seguridad, Ertzaintza incluida, de «facilitar el tráfico de drogas y utilizar sus consecuencias para sus intereses», y alertó de que el consumo de estupefacientes es un obstáculo para «la lucha de liberación de Euskal Herria».

Sin sorpresa

El hallazgo de los 100 gramos de hachís en poder de Txeroki, por otro lado, no sorprendió a los expertos de la lucha antiterrorista, que atribuían un perfil al jefe de los comandos de ETA en el que, de acuerdo a sus antecedentes personales y amistades, el consumo de drogas encajaba y era factible. No obstante, el ministro del Interior precisó que lo verdaderamente importante eran las «dos pistolas» que el dirigente etarra llevaba encima.