Si el tiempo no lo impide, Iberdrola empezará hoy a vaciar el caudal del Sil, el primer paso para acometer la segunda fase de la ampliación de la central hidroeléctrica de Santo Estevo, en pleno cañón del río. Tras el vaciado, que se ha pospuesto dos semanas por la gran cantidad de agua acumulada en la presa tras un invierno marcado por las lluvias, se realizarán las obras de la nueva toma de agua, que se sitúa a unos 30 metros por debajo de la cota actual del embalse.
El agua que se evacúe, un 30% del caudal habitual (66 hectómetros cúbicos), no se perderá, ya que la intención de la eléctrica vasca es turbinar todo el excedente, un proceso que se prolongará hasta el 20 de mayo, cuando se alcanzará la cuota necesaria para iniciar los trabajos de construcción de la toma. En ese nivel se mantendrán hasta el viernes 12 de noviembre, cuando Iberdrola prevé que la obra esté rematada.
La nueva infraestructura, que ampliará en 176 megavatios los 265 de potencia de la actual central de Santo Estevo I cuando se concluya en el 2012, es solo uno de los tres proyectos de la eléctrica vasca en la cuenca del Sil, donde prevé iniciar este año las obras de ampliación de la central de San Pedro, que espera tener lista también dentro de dos año y que supondrá 25 nuevos megavatios en la cuenca. Esta instalación cuenta ya con la declaración de impacto ambiental del Ministerio de Medio Ambiente y solo resta la licencia urbanística, que empezó a tramitarse en marzo.
En ambos casos el funcionamiento es igual. Se construyen centrales subterráneas que toman agua en un punto más alejado del embalse y, en caso de un pico en la demanda eléctrica, la turbinan, para garantizar el suministro, y luego la desaguan otra vez en el cauce del río.
Hasta el 2018 se demorará el proyecto más controvertido: la nueva central de Santa Cristina, una instalación también subterránea, pero para la que se necesita crear una balsa en superficie, adonde se bombea el agua de noche para luego poder turbinarla de día, cuando sube la demanda. Y es precisamente el depósito superior el elemento sobre el que hasta ahora pivota la mayor oposición al proyecto, ya que la intención inicial de Iberdrola de situarlo a escasos 300 metros del cañón, haciéndolo visible desde el río, había frenado su tramitación. La eléctrica ha modificado ahora su ubicación, desplazándola unos dos kilómetros hacia el interior y sacándola así de una zona protegida como lugar de importancia comunitaria (LIC).
Este proyecto, todavía a la espera de obtener una declaración de impacto ambiental favorable, es el más ambicioso de los tres, con una inversión estimada de 517 millones de euros, frente a los 126 de Santo Estevo y los 52 de San Pedro. La previsión de Iberdrola es crear unos 1.250 empleos directos en su desarrollo hidráulico en el Sil, de los que 340 corresponden a las obras que empiezan hoy.
Frente a las críticas de algunos colectivos vecinales de que no se estaba empleando mano de obra local, fuentes de la eléctrica aseguran que hasta ahora se han desarrollado trabajos muy especializados y de alto riesgo, como voladuras, que no se podían cubrir con empresas locales, con las que sí contarán a partir de ahora. De hecho, aseguran que han impuesto condiciones a las adjudicatarias para que al menos un 50% del personal que se emplee sea de la zona.
Catamaranes parados
Con el vaciado parcial del Sil quedarán fuera de servicio las embarcaciones con base en Doade (Sober) que gestiona la Diputación de Lugo. De hecho, uno de estos barcos, el Cañón do Sil, fue trasladado esta Semana Santa al Miño, donde cubre una nueva ruta entre la presa de Os Peares y la zona de baño de la isla de Maiorga. Aunque desde Iberdrola se asegura que los ingresos turísticos de los catamaranes no se eliminarán por completo en pleno año jacobeo, al mantenerse operativos dos de los tres embarcaderos, la decisión de trasladar el barco de Doade deja como único punto de acceso al río el embarcadero de Santo Estevo.