Producir una caja mortuoria de gama baja cuesta cuatro euros en el país asiático, 52 menos que en España
20 feb 2010 . Actualizado a las 02:00 h.«Todo el mundo piensa que este es un negocio seguro, pero no es así». Guillermo Arias Fernández, propietario de una de las pocas fábricas de ataúdes que sobreviven en Galicia, está cansado de que le digan que la crisis no va con ellos. En el 2004 trasladó su taller de fabricación de ataúdes desde la aldea de Teilán al flamante polígono industrial de Bóveda. Las nuevas instalaciones de Arga Obradoiro de Cadaleitos se estrenaron con una plantilla de dieciocho personas. Seis años después son solo doce. Ha tenido que prescindir de un tercio de su personal porque, aunque a la gente le cueste entenderlo, la crisis también va con ellos, sobre todo desde que China exporta sus ataúdes a España.
Hace unos años, Guillermo Arias adquirió otro taller en la localidad vallisoletana de Medina del Campo. Arcas de Medina pasaba a tener su sede social en Bóveda, con la idea de que se convirtiese en comprador de una parte significativa de la producción de Arga, que desde allí vendía a todo el norte de España. Pero el proyecto no salió bien, y ahora el Juzgado de lo Mercantil número 2 de Lugo acaba de declararla en concurso de acreedores. Según confirmó ayer el propio Arias, el taller de Medina ya está cerrado, lo que ha dejado en la calle a 14 personas. El proceso concursal no afecta a Arga, ya que se trata de dos firmas distintas.
Él no conoce más cifras que las suyas, pero en la industria saben que la situación es mala para todos los que se dedican a fabricar. «En el sector funerario no hay problemas, en el de fabricación sí», reconoce el lucense Wenceslao Lamas, vicepresidente de Funespaña, una asociación de empresas presente en diferentes comunidades autónomas. A su juicio, los problemas se veían venir desde hace tiempo, antes de que empezasen las importaciones de China. «Si en España se consumen 350.000 unidades al año, antes de la importación ya se fabricaban 360 o 370.000», explica. Así que cuando los baratos ataúdes chinos empezaron a entrar a toneladas por los puertos españoles, el impacto fue muy fuerte.
Lamas cree que el Gobierno central debió hacer algo para impedir la importación masiva de un producto «del que el mercado español ya estaba saturado». El caso es que no lo hizo y en los últimos años «hubo mucha gente a la que no le quedó más remedio que cerrar». Lamas no se atreve a dar cifras concretas, ni sobre el empleo que aún mantiene el sector ni sobre las fábricas que se han visto obligadas a cesar su actividad.
La competencia china se basa fundamentalmente en sus bajísimos costes de producción, pero no solo en ello. También se aprovecha de que la crisis económica sigue conteniendo el precio del petróleo, lo que abarata el transporte. David Simpson-Brass, director general de Maderarte, una empresa valenciana que conoce bien el mercado chino, decía en el último número de la revista Funerarias que si la crisis afloja y suben la demanda y el precio del petróleo, pronto puede pasar que los costes se igualen. Según sus propios cálculos, hoy por hoy producir un ataúd de gama baja cuesta cuatro euros en China y 56 en España.
Las fábricas locales han reducido los precios de venta. «Pero es imposible rebajarlo tanto como para igualar a los chinos», admite Arias. Por ahora, en la fábrica de Bóveda van capeando el temporal. Si la crisis no tarda en dar un respiro, lo habrán conseguido. En caso contrario, ya se verá.