Isaac (29 años) es uno de los que hicieron el viaje de vuelta. De lo grande a lo pequeño. De Madrid a Monforte, aunque lleva ya tantos años que se considera del pueblo: «¿Mil euros? Aquí no abundan esos sueldos. Los mileuristas del rural ganamos 800. Con mil ya casi eres el alcalde». De momento, Isaac no tiene ambiciones políticas y se ha estabilizado en la frontera de los 30 como camarero y con unos ingresos que difícilmente se levantan de los 800 euros a cambio de una jornada laboral de unas 40 horas semanales. Pero de su boca no sale un discurso victimista: «A mí me alcanza. Y hasta me daría para ahorrar si me lo propusiera».
Isaac ha conseguido organizarse una vida cómoda, sin angosturas económicas y bastante acorde con lo que desea. No tiene cargas familiares y vive en un piso compartido con otras dos personas, lo cual le permite un esfuerzo poco menos que ridículo para acceder a la vivienda, 50 euros: «Ponle cien el mes que me toca pagar la luz, el agua y el teléfono. La verdad es que hubo meses en los que me gasté más en tabaco». Muchos días come fuera de casa, apenas tiene gastos en transporte («Por el pueblo me muevo en bicicleta y el coche solo lo uso cuando tengo que hacer un desplazamiento a Lugo o a Ourense; o a llevar a mi abuela al médico. Dos o tres veces al mes». Así que Isaac se puede permitir comprar el periódico a diario, hacer colecciones de deuvedés y salir de copas más o menos cuando le apetece.
-¿Si vivieras en Vigo crees que podrías resistir con tu salario?
-De ninguna manera. Solo la vivienda se llevaría la mitad. Tendría que gastar mucho más en transporte... Y perdería la huerta de la abuela.
El plus de resistencia
Es el famoso plus de resistencia gallego, que en el medio rural se expresa con toda su intensidad y que a Isaac le procura un flujo de productos frescos todo el año y de una calidad difícilmente encontrable en la ciudad. ¿Y el futuro? Isaac tiene ideas claras sobre eso: «Las iremos peleando según vayan viniendo».
De todos modos, no se engaña. Sabe dónde está y lo que le espera: «Al rural lo están matando, hacen todo lo posible para que la gente se vaya y la gente se va. Apenas existe el empleo de calidad, así que ya sabes lo que hay. A una chica que trabaja ocho horas en una tienda de ropa le pueden pagar 615 euros como máximo. Y en mi entorno, la gente es lo que recibe, entre 700 y 900 euros». La ventaja es que, como él mismo admite, el éxodo de muchos genera espacios y hasta la fecha no ha tenido nunca muchos problemas para encontrar empleo. Uno de los últimos le abrió una perspectiva nueva, unas excavaciones arqueológicas: «Fue muy interesante y tiene el aliciente de que trabajas al aire libre. Hubiera podido seguir, pero las excavaciones nunca son en el mismo sitio; hay que vivir fuera mucho tiempo».
Isaac admite que cuando se habla de mileuristas, piensa en que mil euros no están mal, pero matiza: «También entiendo al que ha dedicado mucho tiempo y dinero en formarse para salir al mercado de trabajo y encontrarse con mil euros. Entiendo que se queje, sobre todo en las ciudades».
Él no se queja. Su calidad de vida está probablemente muy por encima de la media gallega, empeñada en embutirse en carísimos pisos y enredada en empleos estresantes. Los ochocientos de Isaac, que empieza su jornada a las ocho de la tarde, le permiten cada año juntar unos dos mil euros, que emplea en viajar. La respuesta sobre si es posible vivir con mil euros en Galicia, no tiene mucha duda en boca de Isaac:
-Yo lo hago. Y con 800.