«Si esto sigue así, en menos de cinco meses me veo en la calle con toda mi familia»

ECONOMÍA

14 abr 2009 . Actualizado a las 02:00 h.

«No, nunca me imaginé que esto iba a ocurrir», dice Rogelio Torres, un coruñés de 35 años que vive ya inmerso en la pesadilla económica. Está casado, tiene dos hijas y está finalizando los trámites de adopción de su sobrino, un bebé de solo siete meses que vive con ellos prácticamente desde que nació. Y tiene que afrontar toda esa carga familiar y una hipoteca con un presupuesto de 422 euros al mes; ese es el monto de la ayuda familiar tras agotar la prestación de desempleo. En realidad, las cuentas son muy fáciles de hacer en su casa: 365 euros de hipoteca y el resto, para sobrevivir. A ese ínfimo resto hay que descontar el recargo de 30 euros por no pagar al banco en tiempo, ya que el ingreso de la ayuda no llega hasta el día 10. Una broma macabra más de la situación económica.

A Rogelio le quedan 10 meses de ayuda. «Pero si esto sigue así, en menos de cinco meses me veo en la calle con toda mi familia». Está intentando defender el piso a muerte, pero no se engaña. Son cinco bocas, todos los días, varias veces... «¿Qué como hago? Pues voy al club de golf a buscar bolas que se pierden en el agua y se las vendo a los socios. Si me va bien saco diez euros. Y si saco quince ya voy muy contento para casa».

La familia ha tenido que recortar gastos hasta en lo más palmario, el agua, por ejemplo. «Es que no puedo pagarla. Supongo que me la cortarán cuando deba mil o mil quinientos euros, pero, ¿qué voy a hacer? La niña pequeña va todos los días al colegio, pero a la mayor hay días que no puedo pagarle el autobús para que vaya al instituto». El milagro es que haya comida en el plato a diario.

Ayudas y no ayudas

A Rogelio le han echado una mano en Cáritas: «Son los únicos que ayudan. Me pagaron un mes de la hipoteca, pero somos muchos los que estamos así y no van a ayudar siempre a los mismos. Donde nunca tienen nada es en el Ayuntamiento. Siempre dicen lo mismo, que no tienen fondos. Yo creo que podrían enviar algo más de ayuda a los barrios».

Recuerda los buenos tiempos de la construcción, cuando había sueldos potentes y un horizonte rutilante. Cuenta que entonces su hermano le comentaba que el negocio no iba a durar siempre: «Yo le contestaba que no se preocupara, que había chollo a mazo . Hasta que nos enviaron a la calle». Rogelio es un técnico especialista en revestimientos: «Pero no encuentro nada. Mi mujer y yo hemos echado currículos por toda Coruña. Pero cada día que pasa es peor».

La palabra desesperación se repite con frecuencia durante la charla. Y, a pesar de todo, Rogelio aún recuerda algo peor a lo de hoy: «Hubo un mes que no cobramos nada. Cuando se te acaba el subsidio de paro tienes que esperar un mes para solicitar la ayuda familiar. Uf. Entonces sí que me vi ahogado». El oxígeno con el que ahora respiran él y su familia se llama 422 euros. «Lo único que pido es un trabajo, porque ahora mismo tengo que ir a pedir paquetes de alimentos, pañales para el bebé... En vez de trabajar tengo que pedir. Y lo que no quiero es acabar llamando por las puertas para alimentar a mi familia».