El declive de las capturas ha sido progresivo y la media de los últimos años fue de entre uno y tres kilos (en el mejor de los casos) por embarcación tras seis días continuados de trabajo por luna. «Ahora ya nadie vive del río», explican los pescadores más veteranos.
Esta última temporada tan solo han salido el 20% de las embarcaciones con licencia (220 gallegas y otras tantas lusas). Los que llegaron hasta el final de la última luna tuvieron más suerte, ya que «dos de ellas consiguieron hasta cinco kilos». Los propios pescadores promovieron iniciativas para defender la especie sugiriendo incluso paros biológicos. Antes, recuerdan, hace cuarenta años, subía tanta y tan rápido que «íbamos hasta Tui y llenábamos los barcos».
La desembocadura del Miño tenía entonces cinco metros de calado, pero ahora apenas supera el metro. La regeneración del Miño pasa «por un dragado controlado que permita la entrada de las especies».